Saca las llaves del bolsillo de su pantalón, bien sujetas por esa fina cadena que las une a las presillas de su cinturilla. Gira la llave del portal y abre la pesada puerta de hierro, sintiendo ese fresco de vieja casona de suelo de mármol y techos altos.
Nunca le había ocurrido, pero se estremece al atravesar la entrada hasta llegar a la puerta del ascensor. El frio que le recorre el cuerpo le hace temblar el dedo que aprieta el botón de llamada y no obtiene ninguna respuesta, vuelve a intentarlo y piensa en voz alta:
- A este lo tendremos que jubilar a la fuerza, ya van tres averías en un mes. Compañero te echaré de menos, eres un monumento de principios del siglo XX al que no dudarán en destripar. Ya no cumples las exigencias de los tiempos modernos. Esas puertas de cristal, manuales en su abrir y cerrar, que dejan contemplar el viaje vertical piso por piso, desaparecerán para convertirse en opacas tapas de ataúd.
Sacude su cabeza y le preocupa donde le llevan sus pensamientos y es que hoy no ha sido un buen día.
Se dispone a subir los cuatro pisos por las escaleras. Los escalones obligan a sus rodillas a dar un concierto de crujidos y a sus cuerdas vocales a poner el contrapunto con algún quejido que otro, pero él es duro como su SEAT 1500 y le desea a ese jovenzuelo imberbe del Volkswagen negro el mismo dolor en sus criadillas. Llamarle a él, en medio del cruce, viejo chocho alelao, le ha herido en su honor, sin haber podido batirse en duelo y aunque le falta ya el aire, su alma ríe al recordar la escultura acordeónica que su casi inalterado 1500 le ha impreso en el morro.
Al llegar al rellano de su puerta, celebra la escalada y ya no le importa nada más que echar sus huesos en el sillón y llamar al servicio técnico, revisar los presupuestos del nuevo ascensor, escuchar las noticias, reparar el aspirador de su hija, preparar la comida que viene su nieta a comer y el resto puede esperar que no hay ascensor.
El frío ya le ha pasado y el reloj de pared del comedor hace sonar las horas con lentos toques que le hacen sentir que la vejez es una tragedia, no porque uno sea viejo, sino porque uno se siente joven, mejor dicho, uno es joven, pero la carcasa se deteriora inexorablemente y esa cuenta atrás le produce un vértigo semejante a abrir la puerta del ascensor y encontrarse el profundo y negro hueco vacio.
Vuelve a recorrerle un helor por el cogote y al levantar el brazo para frotar su cuello, su mano tropieza con el bolsillo donde se encuentra las llaves del coche, sin atadura ni cadena, las saca, aprieta el puño y las cuelga en el llavero de la entrada, mientras la gravedad se encarga de hacer sonar un triste tintineo. Ha sido en ese preciso instante, en un inesperado estallido, cuando ha sido consciente de su detestable envejecimiento, que le privará saciar su apetito de "conducir".
¡Condenada vejez!
Eternos besos a pares, queridos Calados y lectores.
Nunca le había ocurrido, pero se estremece al atravesar la entrada hasta llegar a la puerta del ascensor. El frio que le recorre el cuerpo le hace temblar el dedo que aprieta el botón de llamada y no obtiene ninguna respuesta, vuelve a intentarlo y piensa en voz alta:
- A este lo tendremos que jubilar a la fuerza, ya van tres averías en un mes. Compañero te echaré de menos, eres un monumento de principios del siglo XX al que no dudarán en destripar. Ya no cumples las exigencias de los tiempos modernos. Esas puertas de cristal, manuales en su abrir y cerrar, que dejan contemplar el viaje vertical piso por piso, desaparecerán para convertirse en opacas tapas de ataúd.
Sacude su cabeza y le preocupa donde le llevan sus pensamientos y es que hoy no ha sido un buen día.
Se dispone a subir los cuatro pisos por las escaleras. Los escalones obligan a sus rodillas a dar un concierto de crujidos y a sus cuerdas vocales a poner el contrapunto con algún quejido que otro, pero él es duro como su SEAT 1500 y le desea a ese jovenzuelo imberbe del Volkswagen negro el mismo dolor en sus criadillas. Llamarle a él, en medio del cruce, viejo chocho alelao, le ha herido en su honor, sin haber podido batirse en duelo y aunque le falta ya el aire, su alma ríe al recordar la escultura acordeónica que su casi inalterado 1500 le ha impreso en el morro.
Al llegar al rellano de su puerta, celebra la escalada y ya no le importa nada más que echar sus huesos en el sillón y llamar al servicio técnico, revisar los presupuestos del nuevo ascensor, escuchar las noticias, reparar el aspirador de su hija, preparar la comida que viene su nieta a comer y el resto puede esperar que no hay ascensor.
El frío ya le ha pasado y el reloj de pared del comedor hace sonar las horas con lentos toques que le hacen sentir que la vejez es una tragedia, no porque uno sea viejo, sino porque uno se siente joven, mejor dicho, uno es joven, pero la carcasa se deteriora inexorablemente y esa cuenta atrás le produce un vértigo semejante a abrir la puerta del ascensor y encontrarse el profundo y negro hueco vacio.
Vuelve a recorrerle un helor por el cogote y al levantar el brazo para frotar su cuello, su mano tropieza con el bolsillo donde se encuentra las llaves del coche, sin atadura ni cadena, las saca, aprieta el puño y las cuelga en el llavero de la entrada, mientras la gravedad se encarga de hacer sonar un triste tintineo. Ha sido en ese preciso instante, en un inesperado estallido, cuando ha sido consciente de su detestable envejecimiento, que le privará saciar su apetito de "conducir".
¡Condenada vejez!
Eternos besos a pares, queridos Calados y lectores.
Ciertamente un relato muy reflexivo... Me ha gustado mucho y me he podido imaginar al viejo, pensando en la carcasa que se deteriora... pero bueno, lo importante es sentir que se tiene joven el espíritu y se podrá seguir adelante...
ResponderEliminardirty saludos¡¡¡¡¡
Dirty Clothes, la esperanza de vida cada vez es más larga que unida a la profunda creencia de seguir siendo joven, llevando adelante proyectos, asegura una vejez fructífera.Aunque también hay que ir asumiendo las dificultades y buscar las alternativas para compensarlas.
ResponderEliminarBesos Dirty y saludos a Conchi que le habéis dejado con la puerta abierta y se va a resfriar.
Jóvenes en espíritu y en mente, aunque el cuerpo tenga ya los años que el tiempo le ha dado :)
ResponderEliminarCreo que hay que aprender a vivir cada etapa de esta vida con lo que nos toque, incluida la vejez, por cierto que ojalá lleguemos a ella con cierta calidad de vida.
Bss y bss.
El yo interior siempre sigue joven.
ResponderEliminarUna pena que lo demás no acompañe.
Saludos.
Seguro que si, Mar, la ciencia avanza una barbaridad e irá sustituyendo y reparando nuestras piezas desgastadas. Esperemos que nuestro modelo de Seguridad Social universalizada y gratuita no se atrevan a tocarla, que aunque mejorable, nos funciona.
ResponderEliminarIremos viendo venir la vejez y la recibiremos preparados, si la cabeza nos lo permite.
Un par de requetebesos de los que nos daban las abuelas. Muaaaaaks
Toro, estamos convencidas que hay una fuerte conexión entre cuerpo y mente. Si mantenemos joven la mente y cultivamos nuestro cuerpo y viceversa, casi podemos asegurar una feliz vejez.
ResponderEliminarCon el placer de escribir en Calados y el curso de danza del vientre que vamos a empezar, ya nos estamos entrenando.
Besos.
Bufff...tremendo tema el que habéis escogido esta semana para reflexionar y es que cuando más experiencia y sabiduría alcanzamos los seres humanos, más deteriorado está nuestro exterior y más próximo nuestro final como seres vivos. Y es duro reconocer esto, pero es así, como lo es que llegado a un punto de la vida hay que tener la cordura y la decisión necesaria para colgar las llaves del Cadillac para siempre y dejarnos llevar...
ResponderEliminarBesos a pares Gemelas y el honor es nuestro de compartir letras con vosotras por aquí.
Arwen
Ay que mala es la vellea...cachis la mar...eso si yo pienso ser peor que el tio de la vara.....s'us via crujir a tossssssssssssssss
ResponderEliminarjajajajajjajajajajaja
Abrazos pa tossssssssss
Arwen, es un tema esquivo que duele tratar, asi como el de la muerte, pero no debiera ser así. Nos educan para la vida sin aprender a llegar al final de su etapa, sin apreciar el valor de la experiencia y su respeto. Al viejo se le esconde, hay veces que se le olvida y calificamos su imagen de fealdad.
ResponderEliminarAhora llega la numerosa generación de los 60, una gran mayoría de adultos mayores que quizás empiece a cambiar esa percepción, llevando una vejez activa, por decreto o por convencimiento, pero como tu apuntas con la cordura necesaria para adaptarse a los cambios.
Uhmmm un Cadillac, antiguo y hermoso. Una vejez bien llevada es bella.
Un par de cálidos abrazos.
Sombra, ahí le has dao!! El abuelo, figura venerable y autoridad respetadísima, así debería ser.
ResponderEliminarBesazos.
El otro día leí un artículo, sobre el sexo a partir de los 60 años, venía con el suplemento de un periódico cuyo nombre no recuerdo, pero es lo de menos, lo que más me llamó la atención, lo que más me cautivó fue ese genial artículo donde un hombre y una mujer mayores de esa edad posaban desnudos y hablaban a las claras con el periodista sobre como vivían el sexo a partir de esa edad y lo hacían con naturalidad, con frescura. El artículo trataba de como se ha vencido el muro de la castidad pero como aún hoy se proscribe el sexo a partir de ciertas edades vinculadas con la tercera edad, cuando el sexo en las personas que han sido activamente sexuales durante toda su vida, sigue ejerciendo el mismo poder, tanto en hombres como en mujeres, hablaban distintos casos, distintas personas con edades desde los 60 a los 80 y el retrato era fantástico, eso sí, ponía en relevancia los puntos de vista de los hijos y nietos que veían el deseo en “sus mayores” como algo sucio, perverso y esto demuestra que quedan todavía muchos muros que derribar en torno a la vejez, sólo por poner un caso. La fealdad no es sinónimo de arrugas, tal vez si aprendemos a mirar de otra forma nos demos cuenta de esto, sobre todo cuando los ojos que miran también están cercados de ellas. La ignorancia no es hermosa, sin embargo la sabiduría si lo es, lástima que vivamos tan poco...en una cosa estoy muy deacuerdo con los mayores y es en que el tiempo es oro...
ResponderEliminarBesos desde mi Cadillac Solitario...si eso ya vosotras le ponéis el punto de Loquillo...ja,ja...
Bssssssss
Sesudo artículo, Arwen, que nos hubiera gustado leer. Pronostican a las actuales jóvenes generaciones una vida de hasta 130 años, por fuerza esto trastocará los esquemas concebidos de las etapas de la vida. Teniendo en cuenta que la pirámide de la población cada vez estará más abultada en las edades de los "mayores", la vejez será considerada desde otra perspectiva, aunque sea por interés de la mayoría.
ResponderEliminarCiertamente el tiempo es oro, pero también hay que tomarlo con calma, sin prisas, que todo llega. Un poquito de filosofía Zen, Tai-chi...para saborear la vida con toda la consciencia de nuestro entorno y de nuestra mente. A la espera de la eterna juventud, si consiguen dar con el secreto.
Besos orientales desde tu rickshaws protagonista de un micro de tu puño y tecla.
Cierto Arwen, es verdad, a veces presumimos de liberales, de tener una amplia visión de la realidad, pero no nos damos cuenta que los prejuicios los llevamos bien ajustados a nosotros mismos.
ResponderEliminarLa belleza o la fealdad la ponemos nosotros en nuestra forma de mirar y de ver. Enseñamos y exigimos a los nuestros, lo propio de cada edad, con etiquietas y clasificaciones absurdas, y ellos aprenden a hacer lo mismo aplicándonos la misma vara de medir.
Hemos de aprender y enseñar a "mirar" y a "ver" de otra manera.
Gemelas, me ha encantado... me he metido en su piel y hasta he sentido esos achaques. También me ha gustado lo que ha comentado Arwen. A mí me ha recordado a un libro de Punset que acabo de leer y que trata también ese tema, hasta ahora el hombre ha vivido hasta los 30 años, lo suficiente para procrear. Ahora se nos da ese extra en el que el cuerpo no es optimo y para la mente se hace complicado adaptarse. En fin, habrá que adaptarse, es la evolución y mirar hacia oriente no me parece mala idea...
ResponderEliminarBesitos zen ;P jejeje
...muy reflexivo. Me ha gustado mucho y te felicito por ello. Muy bien escogido el video de Alberto Cortez. Saludos y espero esteis teniendo un buen Jueves.
ResponderEliminarRamón
Holaaaaa, mis felicitaciones por esta entrada. Y tan condenada vejez; leches que cada vez vamos a durar más, oxidados y todo.
ResponderEliminarMe gustó y desde luego no se puede evitar reflexionar al respecto.
Buffff a mi coche si que lo tengo que jubilar pero ya mismo jajajajajaja, yo espero durar un poquito más
Un besazo muy fuerte
Málaga, que coincidencia, leyendo estamos el viaje al poder de la mente de Punset.
ResponderEliminarInteresantísima la plasticidad del cerebro y los muros que edificamos para no avanzar y apostar por el inmovilismo. Necesitamos conocer los procesos de nuestro intelecto y sus por qués.
Cuidemos nuestro cerebro, que como empiece a fallar es irremplazable y no solo con el casco. No hay peor vejez que dejar de ser uno mismo.
Besos de buenas noches con galletitas de la felicidad. :-*
Anrafera, nos alegra que te haya gustado. Si fuera tan fácil borrar los signos de la vejez como con el photoshop..., pero sigue siendo verdad el poema de Alberto Cortez.
ResponderEliminarAna, si, parece que cada vez viviremos más años si no se produce algún cataclismo o algo parecido, pero si nos ofrecieran vivir para siempre ¿decidiríamos llevarlo a cabo?
Jubila a tu coche, pero no te olvides de pasar a tu cuerpo las revisiones periódicas.
Besos a pares.
Buenooo es lo que queda renovar carcasas... o al menos cuidarlas pero mantener el interior estupendo!
ResponderEliminarBesos abisales
Hacer el mantenimiento de nuestra carcasa interna es conveniente e incluso quizás renovaremos alguna pieza, pero cuando actuamos en nuestra carcasa exterior, nuestra chapa, queriendo borrar los efectos del paso del tiempo, ¿dónde ponemos el límite?
ResponderEliminarLlevándolo al extremo, imagina un trasplante de nuestro cerebro a otro cuerpo joven. Que conflicto de identidad ¿ o nos adaptaríamos ?
Parece la vida un juego que burla a la muerte, cuando somos viejos no nos parece ya un juego.
Besos a pares.