Hay personas que nos marcan para toda la vida, personas que con su ejemplo, su valentía, su esfuerzo, nos emocionan y nos provocan admiración...
A una de esas personas quiero hacerle un pequeño homenaje, ahora que se acerca el "día de..."que para mi son los 365 días del año.
Los locos años 20, los años de prosperidad económica mundial que se había generado a partir de 1924, pronto empezaría a tambalearse, les duró poco a los protagonistas de esos años. Con la primera guerra mundial a sus espaldas, se levantan ideologías, se alza la voz, pero desgraciadamente, ese avance y rápido desarrollo, se quiebra.
La vida continuaba, sin embargo, mujeres como esta que recuerdo, fueron testigos de como el mundo en el que vivían se encerraba en sí mismo debido a los acontecimientos históricos que se produjeron en este país.
Con la cobertura de una familia más bien tradicional, pero con unos valores que combatieron prejuicios, costumbres y etiquetas, una mujer nacida en la tercera década del s. XX, estudió y se hizo maestra, no era como ahora, sin duda, pero este paso le costó enfrentarse a las mujeres de su familia, cambiando a ratos, menos de los que ella hubiera querido, la aguja de bordar y los delantales, por libros y un violín.
Su madre ya había roto con el “hasta que la muerte os separe” cortando de raíz y con mucha valentía un matrimonio que no era lo que debía ser. No quiso convertirse en esclava ni mártir y se despidió de la tutela de su esposo, volviendo, eso sí, a la casa de los padres, entonces había pocas opciones para “las chicas de bien”, pero rompió con esa unión equivocada alejándose con una hija muy pequeña.
Y así creció esa niña, arropada por abuelos y una madre firme y con coraje, cualidades que heredó y le sirvieron para afianzar los valores de un carácter rebelde, pues tendría que enfrentarse a muchas injusticias, incluso a ella misma. Y así fue, decidió estudiar y olvidarse de tareas femeninas, poco a poco lo excepcional se hizo cotidiano y aprendió a conducir el coche de su abuelo. La foto de cabecera bien podía haber sido ella unos años atrás. Por supuesto que cambió alguna rueda y condujo ante los ojos espantados e incrédulos de sus vecinos. La niña creció y se hizo maestra. Aprovechaba su tiempo libre enfrascada en la lectura de libros “no apropiados” e intentaba contagiar con su discurso a otras mujeres, además de volcarse en sus estudios de violín y ser fiel a su pasión por la música, por cierto, era muy buena, pero le llegó el momento, como a tantas otras personas y tuvo que ver como se alejaban muchos de sus sueños... no se podía tener todo...
A veces me pregunto por qué algunos, siguen empeñándose en negar la evidencia. Donde se ponía una mujer en aquel tiempo hostil, lo hacía mejor que un hombre, porque tenía que demostrarlo mucho más y pese a tanta oposición, una educación negada por ser mujer, trabas y críticas corrosivas...a pesar de todo, lo demostró.
¿Cambiar una rueda? ¡por descontado y hasta con estilo!
Saludos Calados
Marinela