En Otoño, esa estación en la que el sol se va alejando de nuestras vidas, y el ambiente se tiñe de colores cálidos provocando una sensación de "canto triste de melancolía", alguien como yo, se va a conceder un paréntesis, y coincidiendo con la puesta en marcha de la maquinaria educativa, que me toca de cerca, me paro a reflexionar sobre lo que estoy haciendo y lo que me propongo emprender. Y a pesar de la incertidumbre que se puede respirar en el ambiente, me arriesgo con un nuevo proyecto.
Sabemos que nos movemos contra corriente, pues no tenemos fondos ni tarjetas opacas de las que echar mano, solo voluntad y unas dosis de ilusión, pero necesitamos salir de este autismo funcional que sufrimos, esta parálisis emocional enquistada en el desánimo y el cabrero, nunca más justificado por los acontecimientos que maltratan día si y otro también, nuestra fe en la democracia, en la justicia….en el ser humano.
Mi objetivo es ser eficaz en mi trabajo y disfrutar de lo que hago, por ello, busco la satisfacción con nuevas expectativas. Pero también me pregunto ¿donde están mis apoyos, ¿de qué fuente bebo para no rendirme? Y no encuentro otra respuesta que, en la propia fortaleza, en nuestro líder interior que nos empuja y nos sube el listón y en alguna que otra noble opinión cercana, no corrompida.
Escuchando a ese líder, prudentemente esperanzado, pasa por mis manos un artículo de José A. Marina, (filósofo y escritor) que me da otra pista para seguir abundando en esta reflexión. Marina aporta una visión poco usual de la "nobleza y la vulgaridad", que sin ninguna pretensión clasista, nos muestra hacia donde dirigir el timón de nuestras metas.
Y volviendo a los alumnos que van a nutrirse de esa maquinaria educativa de la que hablamos, apunta Marina:
- Los educadores no podemos olvidar que hay un modo de vida noble y uno vulgar.
Dicho así, tal vez visualicemos una imagen elitista o prepotente, pero si vamos al fondo de la cuestión y nos dejamos de abalorios a modo de connotaciones de palabras como grandeza, nobleza...podremos hablar de ellas con toda sencillez y cotidianidad. Ser grande y noble no significa otra cosa que ser bueno, considerar a los demás con sinceridad y querer ser mejores, ¡casi na!
Estamos anegados por una epidemia de vulgaridad, solo tenemos que ver la gran cantidad de programas televisivos que nos muestran lo fácil que es conseguir fama y dinero con muy poco esfuerzo y ningún valor, por no hablar de lo fácil que resulta aprovecharse de una buena posición para medrar y hacer caja. Quizá cunda el ejemplo y esta epidemia tenga algo que ver con las crisis de desidia y los mediocres resultados que vuelca el informe PISA
Aunque escuchando a Giner de los Rios, (profesor), quien decía:
- La vulgaridad, es la dictadura del egoísmo, la servidumbre de la rutina, la indiferencia por las grandes cosas, no es la cortedad de vista intelectual, sino la del horizonte,…. también la podamos encontrar mirando hacia el vértice más alto de nuestra pirámide social, donde el horizonte está lleno de corruptos, con vulgar ambición, y poca nobleza.
El vulgar no admira a nada ni a nadie, está muy contento de ser como es. "-El fin justifica los medios-" con frecuencia, el vulgar se debe escuchar a sí mismo repitiendo este credo, confundiéndose con un ideal democrático.
Una sociedad que no admira, o que admira mal, es decir, a personas que no lo merecen, sufre un estancamiento que empequeñece su vida, y ni que decir tiene lo escasos que andamos de líderes admirables. Es verdad que una democracia se basa en la igualdad de las personas, pero solo respecto a sus derechos fundamentales. En todo lo demás, una democracia rigurosa debe ensalzar la calidad, el esfuerzo, la generosidad y la bondad…y decidme..¿dónde se esconden esos valores en nuestra democracia, que no los encuentro?
¿No es la mejor democracia la que se basa en respetar la dignidad de todos los hombres? Y… ¿no es en nuestra democracia donde se rebaja su dignidad, despojándoles de sus derechos, faltando a la verdad…, culpabilizándo a las víctimas de su propio mal, sin ningún rubor …robandole en su propia cara…?
El gran paso hacia una democracia real se dará, cuando la "Dignidad" sea reconocida en todos los seres humanos, con el respeto por uno mismo, por los demás y la admiración por los mejores….¡que lejos están de esa admiración nuestros líderes políticos! ¡Qué lejos estamos de la democracia real!
Pero insisto, a pesar de ellos y la corriente que escupe diariamente mentiras y vulgaridad...la educación debe ser el dique contra ellas, pero para conseguirlo, los docentes y toda la sociedad, tendremos que esforzarnos para que nuestra vida sea noble y digna y sean esos valores los que transmitamos.
¿De qué estamos hablando? De esforzarnos para que no valga todo, de forzar a la parafernalia mediática para dar un corte al aluvión de mediocridad diaria que nos ofrece, de pedirle a la maquinaria educativa que cultive la motivación para conseguir que una expectativa de los jóvenes que ahora están formándose, sea desear una forma de vida más satisfactoria, una satisfacción proporcional al esfuerzo invertido. Hablamos de buscar claves para que el esfuerzo sea el camino y no el castigo. Hablamos de creer en nosotros y de querer ser mejores.
Hoy me propongo casi, casi, un reto… enfocar una nueva etapa con esfuerzo, que es como se llega a la meta, con "Dignidad" y escuchando y valorando las posibilidades que me dicta mi líder interior…
… Que sepáis que nuestro líder exhibe un paraguas rojo, para que no le perdamos de vista....
Aunque como dijo Machado, ¡Qué difícil es no caer, cuando todo cae!
¡Intentémoslo!
Y hablando de líderes, os propongo que escuchéis uno de los mejores discursos sobre libertad y democracia en boca de Charles Cahplin, en la película "El gran dictador" ¡Una escena magnífica!
¡Saludos Calados!
Marinela