Segundo domingo de Pascua, hace tantos años. Una bata de cuadros vichy recién estrenada y las zapatillas pascueras compradas en la calle Serranos. La cesta de mimbre y la mona de pascua. Sin olvidar la cuerda para saltar a la comba y el cachirulo de papel con cola de retales de tela. No hacía falta mucho para ser feliz, sólo un brazal cualquiera para sentarse al borde de una huerta. Atardeceres mágicos esfumados entre la boira de recuerdos apresados en la memoria. Fue entonces cuando había toda una vida por delante. Pero no éramos conscientes.
Olvidada por completo la niña que fui, veo ahora que la Humanidad camina entre charcos de sangre, palabras de filo punzante y atrocidades inagotables. Y me pregunto dónde quedó la misericordia -divina o humana, qué más da-, y en qué lugar de la vieja casa guardé el último cachirulo.
Quizás aún fuera capaz de alzar el vuelo.
El mundo cambia, las personas, no; ahí está la ironía.
ResponderEliminarHola Alex. Yo incluso creo que el ser humano retrocede, porque últimamente se está viendo cada cosa. Gracias por tu comentario.
EliminarSeguramente el alzaría el vuelo si tu fueras capaz de poner las mismas ganas que ponías volcando todas tus fuerzas en hacerlo elevarse, olvidándote de todo lo demás, excepto de la merienda..
ResponderEliminarDebemos ser cachirulos que sobrevuelen tanta miseria. Pero los pies nos atan a la tierra. Un abrazo, Marinela.
Eliminar¿Cuando perdemos la inocencia nos olvidamos de volar cometas? ¿O es más bien al revés?
ResponderEliminarUn abrazo!
Ojalá nunca perdiéramos la inocencia. En aquella época no había "maquinitas" y después del cole pasábamos tardes y tardes haciendo la cola del cachirulo. Gracias por tu comentario, Ehse.
EliminarOjalá todos puedan tener una infancia feliz. De mayores la recordaremos con agrado.
ResponderEliminarSalu2.
Y no teníamos tantas cosas como tienen ahora los niños. Sin embargo, no nos aburríamos. Creo que es importantísimo tener una infancia feliz y tranquila. Saludos igualmente.
EliminarA medida que crecemos, cambiamos, queramos o no; nos vamos dando cuentas de las cosas, unas mejores y otras no tanto. Pero siempre quedarán cosas que nos hagan sentirnos bien.
ResponderEliminarDesde luego. Yo a veces me siento bien organizando un ropero. Todo depende de nuestras expectativas y de nuestra capacidad de adaptación. Te cuento: hace unos meses me encontré con una antigua amiga de esas que ves de vez en cuando. En un momento dado de la conversación, ella me dijo: tu te mereces ser feliz. Yo me quedé a cuadros, estuve a punto de decirle "pero si soy feliz", y es que hay personas que para ser felices necesitan muchas cosas. Gracias por tu comentario.
EliminarCreo Amparo, que los niños y los hombres van pasando, pero la Humanidad es siempre la misma, de tal forma que siempre habrá niños inconscientes y felices haciendo volar cachirulos y mayores olvidados de los niños que fueron y conscientes de los charcos de sangre que pisan y de las palabras punzantes y de que las atrocidades no se acabarán nunca.
ResponderEliminarBesos
Tienes razón, Jara. La Humanidad es siempre la misma, no aprende de sus errores sino que se entusiasma en repetirlos una y otra vez. Nunca deberíamos olvidar nuestra niñez porque tenerla presente es una forma de no perder la ilusión. pero a veces es difícil. Un abrazo.
EliminarCreo Amparo que siempre ha habido charcos de sangre, quizá desde que se daban con palos y garrotes y entre cueva y cueva, lo que ocurre es que los niños, ¡bendita inocencia!, tienen como la antena dispuesta de tal forma que no se dan cuenta de ello, además de no conocer todavía los detalles más salvajes de la historia de sus ancestros.
ResponderEliminarPor cierto, también tenía un cachirulo. Y TENGO todavía, jajajajaja...cuando es propicio, me encanta volarlo con los mis hijos y me encanta intentar enseñar a mi esposa cómo diantre se levanta del suelo la cometa en cuestión, jajajajaja...
Quizás nuestros hijos no deberían estudiar tanta historia. Y hablando de cachirulos, efectivamente, lo más difícil era que se alzase del suelo. Después a correr y a ver cómo quedaba enganchada en los cables de la luz. A nivel de calle es una costumbre que se va perdiendo y me sabe mal. pero está claro que los tiempos cambian. Saludos desde la post-pascua.
EliminarPreciosa añoranza que comparto.
ResponderEliminarVolar el cachirulo o cometa es una de esas cosas, junto con montar en bicicleta y hacerse el nudo de la corbata, que los padres tenemos que enseñar sí o sí a los hijos mientras los vemos crecer. A mí sólo me queda lo del nudo, y ya por poco tiempo, me temo.
Bueno, es que hay hijos que vuelan la cometa y hay hijos que, directamente, echan a volar con la cometa. Tu ya me entiendes. Gracias Emilio por tu comentario.
EliminarNo podría decirte si los niños de ahora son tan felices como lo fuimos nosotros. Cambian tan deprisa los tiempos y el mundo con él que parece que la cometa es un artefacto anacrónico y directamente los niños te piden un drone para surcar los cielos y manejarlo a su antojo.
ResponderEliminarBesitos nostálgicos.
Sencillamente, es que no necesitabamos tanto porque no había tanto. Ahora la ps4, y cuando salga la 5 querrán la cinco. Dónde está el limite, por qué ya no juegan en la calle?
ResponderEliminarEse sentimiento nostálgico creo que lo compartimos mucha gente, el mundo ha cambiado, las fronteras se diluyen y el efecto mariposa ya es casi casi una realidad palpable.
ResponderEliminarLa globalización de las sociedades, de su economía, invade nuestra intimidad y nos sentimos heridos y vulnerables.
Pero, la realidad es que hay cosas mejores y otras que, bueno.... no tanto.
Un abrazo
Como bien dices, latour, el mundo ha cambiado tanto que parece otro. Es verdad que hemos obtenido cosas nuevas y buenas, pero también hemos perdido algunas cosas irrecuperables. ¿Tenemos intimidad?- me pregunto.
ResponderEliminar