Circulando a más de 100 kilómetros por hora
viajamos hacia la capital para dejar atrás una aventura. Conduce mi esposa. El
coche discurre veloz por la autopista acortando la distancia y aprovecho para sacar la cámara y pensar, a
medida que voy tomando fotos. Fotografío la carretera con sus abiertas curvas y el GPS pegado al cristal sobre el salpicadero. Fotografío
camiones al adelantarlos y girasoles que me dan la espalda mientras miran al sol de la
mañana. Fotografío árboles solitarios en medio de campos segados. Fotografío
nubes que extienden sus dedos en el azul del cielo. Fotografío el guardarraíl y en una
última captura, giro la cámara metiendo en el encuadre la carretera que dejamos atrás,
a través del retrovisor, que cierra la composición por la izquierda.
Pienso que la
vida es como la imagen de la carretera por el espejo. Acabas de verla frente
a tus ojos y de pronto desaparece casi instantáneamente, apenas te queda tiempo
para, si puedes, echar un vistazo fugaz al retrovisor y ver cómo se desdibuja
todo: las señales, el asfalto, las líneas blancas del arcén. Ves que todo se escapa
engullido ante la velocidad y el avance rápido, inexorable e implacable del
tiempo. Digo yo si una vida no es más que una ingente sucesión de breves
imágenes que van quedando atrás con urgencia, ante la ineludible necesidad de vivir lo que nos llega, igual que se mira a la carretera cuando se circula por
ella.
Llegamos a mediodía y los abrazos con nuestro
hijo marcan el final de una aventura, la suya, la que él ha vivido en la
remota Selva del Darién. Se humedecen nuestros ojos al vernos. Imagino el reflejo del Mar del
Sur en su retina. Imagino que se mezcla la sal de su espuma en sus recuerdos con
la de las lágrimas que resbalan por la mejilla de su madre.
Giro la llave y enciendo el motor, partimos
de vuelta a casa. Miro hacia atrás mientras paladeo mis propias lágrimas.
Pronto el cartel de la Francisco de Vitoria se pierde en las imágenes del retrovisor.
Amigos Calados, atrás queda un curso y el
verano es todo cuanto tenemos ahora frente a nosotros. Disfrutadlo y vividlo intensamente
antes de que se convierta en reflejos de lo que no volverá.
Buenos momentos para todos, no olvidéis fotografiarlos.
Buenos momentos para todos, no olvidéis fotografiarlos.
Abrazos y besos Calados desde esta ventana. Volveremos
para abrirla en septiembre.
¡Hasta entonces!