jueves, 18 de julio de 2013

CONDUCTORAS SUICIDAS. CURVAS



El viento sopla de levante y el mar juega con él. Contra la recta dirección del viento se riza el mar.

Una gota rebelde deserta de su ola y se refugia en tu piel. Presurosa resbala por esa suave pista hidratada por la crema solar. Quiere dibujar una linea recta en su trayectoria, pero el relieve de tu cuerpo se lo impide.
La línea rectilínea que desea recorrer se convierte en una dulce curva y contracurva para descender por la cordillera de tus caderas hacia tu valle. Animadas por el divertido viaje por la montaña rusa le siguen otras, hermanas de la misma salpicadura de esa ola juguetona, y eligen otros senderos curvos que tan bien cultiva ese cuerpo al sol. No hay tiempo que perder que el sol nos roba redondez. La hermosura de la gota reside en esa redondez, con su forma almendrada, alagrimada, pero sin la pena en su corazón. Desea ganar el peso suficiente para precipitarse por el sinuoso camino, para tener el suficiente impulso para subir y bajar, para que tus ojos curiosos le sigan y descubran un cuerpo que deleite con sus formas onduladas de salud, renacentistas, incluso hasta barrocas.

Tu querencia se conduce entre saltos de alegría y pendientes de tristeza, entre sorpresas tras un requiebro y esperanzados desvíos, ese es el fundamental hilo conductor que hilvana nuestro amor, nuestra convivencia. Huimos de las monótonas rectas, de la aceleración sin freno, del aburrimiento en el querer.
Me gusta conducir por carreteras dibujadas por curvas y marcadas por el relieve, me piden que las atienda, que estudie su dibujo, que adapte mi discurrir por su asfalto con el mimo suficiente para que seamos una pareja compenetrada. Quizás sea una necesidad de estar alerta, ya que sabemos de la mayor peligrosidad de las carreteras, digamos secundarias, las que nos adentran en la vida cotidiana y cercana de los pueblos y de sus gentes y también del disponer de más tiempo para dedicárselo a lo humano.
El secreto es descubrir y detectar a tiempo las curvas peligrosas, contando con que además siempre habrá una señal que nos alertará, si estamos atentos, si sabemos ver, si comprendemos al escuchar.


Queridos Calados y Lectores, ¿cuál es vuestra curva peligrosa?

Besos de las Gemelas del Sur.

8 comentarios:

  1. En mi caso, las curvas más peligrosas son las que no tienen las autopistas: a veces me aburro de conducir sin mover el volante y es cuando siento el peligro de la velocidad.
    El video buenísimo, vaya espectro más divertido!

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  2. Las curvas bien tomadas le dan alegría al viaje, a cualquier viaje.
    El vídeo divertidísimo.

    Besos

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  3. Unas rectas que encierran un peligro que parece no evidente y es la distracción por la monotonía del viaje. Has dado en la clave, Emilio.

    Tendría que haber otra leyenda urbana para los accidentes en autopista. Otro espectro tan despistado???

    Besos.

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  4. El discurrir por esas curvas es como amar la vida, el cambio, la corriente, el perpetuo movimiento cambiante; una vida que se mueve por deseos y por alegría.

    Besos vacacionales, Jara.

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  5. Reconforta saber que habrá señales para encontrar las peores curvas, aunque no siempre son evidentes.

    Un abrazo!

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  6. Entonces, Ehse, habrá que echar mano de la experiencia y de la prudencia sin arriesgar demasiado, acariciando cada curva como en la piel de tu amante.

    Besos.

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  7. Hablamos de tráfico?.......perdona ,es que me he perdido.
    Muy bueno el humor negro del video, es todo más llevadero.
    Tienes toda la razón, un trayecto largo sin curvas, es aburrido y te confías...vale no sólo para la carretera, yambién para la convivencia. En cuanto a las curvas, las más peligrosas con las que me he encontrado no tenían señales previas de aviso. Así es la vida...
    Besos y besos Gemela!

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  8. Sabes Latour, me mareo en el asiento de atrás y más sin aire acondicionado, por lo que me confundo y hablo de querencias cuando debería hablar de tráfico y viceversa. Me sumo a tu perdida, porque yo todavía no me he encontrado.

    En la vida a veces, no vemos las señales, aunque las tengamos en las narices, ciegos estamos por otras luces.

    Abrazos envolventes.

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