miércoles, 24 de octubre de 2012

CONDUCTORAS SUICIDAS. VICTIMAS



Eran las 5 de la tarde y repiqueteó el teléfono con un tono que se me antojó el toque de clarines y timbales de comienzo del paseíllo torero. Así era, mi marido como siempre me había cambiado el tono del móvil y precisamente le había despedido con su marcha al trabajo con la frase “ánimo y al toro”, porque preveía una tarde de trabajo difícil.

Al otro lado resonó su voz apagada:

- Cariño, no te asustes, pero he tenido un accidente. Estoy en el hospital.

¡Por Dios! iba en la moto, pensé. En cierto modo, estaba menos nerviosa porque al menos podía hablar con él y la noticia no me la daba un sanitario o un policía.

Cuatro palabras más intercambiamos y me fui derecha como una flecha al hospital que estaba muy cerca de casa. Mientras andaba, por la cabeza pasaban multitud de dudas y conjeturas, no avisé a nadie, solo quería llegar. Fue un paseíllo lleno de incertidumbres y miedo a la muerte, porque todo cabía.

Cuando allí me encuentro en mitad de la sala de urgencias, buscando el salvador mostrador que me despeje todas las incognitas y sepa mostrarme la real situación por leve o grave que sea. La auxiliar me mira a mis vidriosos ojos que casi no ven y sus palabras me confirman que efectivamente solo se ha roto la muñeca y está lleno de magulladuras.

Bien, ahora solo te queda tener temple, mucho temple, porque vas a tener que lidiar con muchas cosas, me digo a mi misma.

En la sala de espera, desespero. El tiempo pasa y no puedo estar con él. Mis idas y venidas al mostrador de atención al paciente no me arrojan nada nuevo, hasta que llegan dos policías del equipo de atestados que me traen información del accidente. Simplemente información con la entrega de unos formularios con los datos básicos y un microrrelato del hecho con sorpresa final, el vehículo contrario se dio a la fuga. Casi catatónica no consigo reaccionar. La policía concluye su misión y se despide estrechando cortésmente mi mano y su gesto me dió la rara sensación de estar dándome el pésame.

Entre el murmullo de la sala de espera y los toques de llamada de megafonía, me pregunto cómo voy a lidiar este toro, sumida en la más negra ignorancia como el azabache de su pelaje. ¿Voy a tener que pagar el hospital? ¿Mi seguro responderá o hasta dónde responderá? ¿Tendré que contar con algún abogado? ¿Es un accidente laboral?

Sola y atrapada, viéndome perdida en el laberinto que me espera de organismos y compañías me pregunto: ¿Es que nadie me va a echar un capote?
Ya todo pasó, todo parece ahora haber sido un mal sueño. Todos estamos recuperados y tras tres años todo resuelto y finiquitado.



Son las cinco de la tarde y entre pasta y pasta con mi café con leche, leo una revista y celebro la noticia.

“La Dirección General de Tráfico crea una unidad de apoyo para los que sufren accidentes y sus familiares. Cada Jefatura Provincial de Tráfico dará toda la orientación y asistencia necesarias a los que sufren las consecuencias de la violencia vial. Serán un punto de referencia para las víctimas.”


Espero que nunca tenga que necesitar sus servicios, pero al menos sabemos que ya hay alguien que nos echará los capotes que necesitemos para devolver ese toro a los toriles y podamos protegernos en el burladero.

Besos, queridos Calados y Lectores.

Las Gemelas del Sur.

8 comentarios:

  1. Historia con final feliz. Pero si es cierto que a uno se le sale el corazón del pecho cuando tiene que asumir una situación así, con tanta incertidumbre y con el miedo en el cuerpo.

    bss.

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  2. Afortunadamente todo fue bien, Mar, pero no puedo olvidar la incertidumbre de los primeros días. Hubiera agradecido enormemente que pudiera dirigirme a un departamento de ayuda y apoyo como el que ha creado recientemente la DGT. Sabiendo lo que tienes que hacer desde el principio todo hubiera sido más fácil.

    Besos y besos.

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  3. Un departamento de ayuda y apoyo siempre es una buena noticia.

    A mí no me devuelvas a los toriles.

    :P

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  4. La nobleza de un toro salvaje merece gozar la libertad en una extensa dehesa en el campo.

    Besos, Toro.

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  5. Pues eso esperemos que no tengamos que usarlo...
    pero se agradece tanto una atención en ese momento!

    Besos abisales

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  6. Sería ideal que desde el hospital ya se pudiera poner en contacto con el servicio de apoyo a las victimas. Sería un alivio para esa cornada que nos da el accidente de tráfico.

    Besos, Abismo.

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  7. Pues sí, un organismo totalmente necesario que ojalá jamás lleguemos a necesitar. Ahora no solo estamos un poco más protegidos, sino que gracias a ti sé que lo estamos.

    Un beso!

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  8. Todos cabemos en esa incertidumbre ante la posibilidad de tener un accidente, por ello es interesante que la noticia se difunda, que las futuras victimas y sus allegados conozcan este servicio. Una mano amiga en esos momentos te puede ayudar a sobrellevarlo.
    Eshe, que no nos veamos en este trance, yo voy ya por el tercero. No más moto!!!!

    Besos.

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