Muy buenos días, amigos, Calados y lectores:
Como ya es habitual aquí, volvemos un nuevo martes a
las teclas con
Sólo Una Calada Más, la sección literaria de los martes en la que os ofrezco uno de mis relatos cortos. Y esta semana, dejamos descansar a
el hombre del banco, (del que al final del post encontraréis un enlace a todos los títulos publicados hasta el momento, por si queréis releerlos). Ya que en esta ocasión queremos rendir nuestro más sincero homenaje a un gran literato español, desaparecido la semana pasada:
Miguel Delibes, maestro entre los grandes y escritor, perteneciente a la corriente literaria del
realismo y el
tremendismo, que tan sabiamente supo retratar en sus novelas la situación socio-rural de la España de la posguerra y que con sus letras logró plasmar e inmortalizar, para legado nuestro, la realidad y las injusticias sociales de la época.
Y tras dos grandes frases de
Delibes, os dejo con:
El Coto.
"La novela es un intento de exploración del corazón humano a partir de una idea que es casi siempre la misma contada con diferente entorno." (M. Delibes)
"Un pueblo sin literatura es un pueblo mudo." (M. Delibes)
EL COTO

-¡Pues habremos de comer!. Muchas veces maldigo mi estúpido estómago y mi bastarda calavera. Porqué -díganme si es que pueden- ¿Porqué diablos no puedo contenerme?, ¿acaso por mis venas no corre la misma sangre que la de ellos?, ¿acaso no soy yo también un hombre?. Mis manos tiemblan y mis piernas apenas son capaces ya de sostenerme, pero mis ojos están segados por la incomprensión y el desamparo. Por no tener no tengo ni el pedazo de tierra que trabajo y a
ellos también se la debo pese a haber sido de
padre. Su presencia me repugna, como aborrezco todo lo que toco y que les pertenece...hasta mi débil cuerpo es más suyo que mio. El agua de la fuente no me sirve, es insípida y no me calma porque no tiene consistencia, llena espacios vacíos de algo que no puedo distinguir, pero ahora no pienso en conclusiones, mis ataques de urgencia sólo son satisfechos por los escasos alimentos. Incluso me faltan los besos, encallados en la nostalgia, que de tan poco gastarlos a todas horas se han convertido en una costumbre impropia del verbo amar, hasta estropearlos, como se estropea la fruta que sólo sirve para decorar los cuencos de los
señoritos. La rutina sabe tomarse las cosas lentas y el tiempo también tiene hambre y el hambre se toma el placer de los ratos muertos, extinguidos como nuestras familias, ahora que no tenemos cada día en la mesa ni en ninguna parte nada que echarnos a la boca, lo que a
ellos yace pudriéndoseles a escondidas. Habrá pues que mascar despacio, sin gastar nunca las migajas que nos lanzan como a perros rabiosos, llenos hasta los topes estamos de una rabia que
ellos nos contagian, que heredamos y arrastramos y que va poblando nuestros días hasta ver a nuestros hijos caer exiguos en su propia tierra sin más oportunidades que la de quedarse en el camino. Saben muy bien nuestra imposibilidad para detenerlos, ¿hasta dónde llega su resistencia?...y los ojos que saben tan bien recoger las palabras de los demás, recordarán el sabor de los que ya no están. También los brazos envuelven ahora la piel de aquellos que nos dan de comer aparte.
Después de haber vivido tantas veces, uno por cada momento que ya pasó, mi cama vuelve a encontrase fría y vacía, porque mi mujer duerme hoy con nuestro amo, mientras yo limpio y preparo su escopeta para la caza de mañana. Si cierro los ojos quizá, mi hambre y mi furia se contengan...quizá si guarda las palabras de hoy para mañana no salga un tiro por la culata. Harto de dormir en este pajar entre la miseria y las bestias mientras él la va a buscar a la cama, en esta noche que se hace inmensa y eterna para no amanecer nunca.
Al estallar del alba
él encuentra su taza de café bien caliente en la mesilla para incorporarse y comenzar con la boca bien llena la jornada de caza.
El camino al coto es liviano, los prados empapados por el agua brillan a través de los matorrales de aliagas, franqueando la inmensa finca del Marqués. Bajo el cerezo florido y hermoso que anuncia la primavera se escuchan dos disparos, pero al pasar como si fuera un juego las palomas torcaces huyen en un vuelo herido mientras yace en el verdear de la hierba un cuerpo henchido de pucheros. El terreno es blando y espeso, como una mullida alfombra y en él se desprende el fresco aroma a hierbabuena y abundante maleza húmeda.
Ya comienzan a brotar las amapolas. Los patos escapan libres pero esta vez ha
caído una buena
pieza.
- ¡Vamos
Achia!, - la perra mueve el rabo y lloriquea olisqueando el cuerpo repleto de su amo-.
Romero, poleo, tomillo y jara hoy vuelvo al corral satisfecho y sin hambre, con la única compañía que la de un perro fiel...................................................................................................................................
Y para los amigos incondicionales de
el Hombre del banco, tanto para los que ya lo conocéis como para los que os acabáis de incorporar a nuestra lectura y mientras éste continua sus andanzas y nos trae nuevas aventuras os dejamos un link para que podáis acceder a la lectura de los títulos ya publicados clicando sobre la siguiente imagen...esperamos que os guste. ¡Que lo disfrutéis!.

Saludos.
Arwen