Conductoras suicidas. La luz blanca del otro lado.

La noche era oscura y negra como los ojos de Úrsula. Sus rasgados ojos me miraban con inquietud y medían la trayectoria de mis maniobras al volante. Mi atención era absorbida por esa raya blanca continua del asfalto, que bailaba moviéndose en suaves curvas con la luz, también blanca, de mis faros de xenon. Nuestro deseo de hablar se contenía bajo esa pesada cortina de bruma que esparcía una humedad y nos destemplaba el ánimo.

Esa pronunciada curva la conocíamos y fue ella la que nos conectó con el otro lado. Cuando terminamos de trazar el final de esa revuelta y el pié se preparaba para salir, apretando el acelerador, apareció, cual potente rayo de luz lunar, los faros de otro coche.

El abismo entre la profunda oscuridad y la luz se materializó en un choque inenarrable.

Cada rayo de luz blanca se colaba por la luna delantera y se adueñaba de nuestro coche como poseído por los espíritus.
Un estremecido abrazo nos empujaba hacia el asiento, manteniendonos inmóviles, casi cortando la respiración. El abrazo iba acompañado de un impetuoso beso y abrasiva caricia que provenía de una redonda cara blanca, como la propia luna. Sentimos la sutil mano que recogía nuestra nuca para acercarnos al sorpresivo beso. En cuestión de segundos, nos convertimos en dos amantes dando vueltas entre infladas nubes que amortiguaban nuestros movimientos.

Al término de esta impetuosa relación, un automático sexto sentido alertó del suceso con unos rayos de frecuencia cósmica , ambientando el paisaje con otras luces de color azul, naranja y rojo.

La luz blanca del otro lado ha poseído a nuestro coche y le ha dotado de un especial don ¿protector?

¿Qué os parece a vosotros?...

Un abrazo.

Las Gemelas del Sur