miércoles, 12 de agosto de 2009

PALABRAS QUE NO PUEDO PRONUNCIAR: 3ª entrega.


Hola amigos, aquí tenéis la 3ª y penúltima entrega de PALABRAS QUE NO PUEDO PRONUNCIAR.



PALABRAS QUE NO PUEDO PRONUNCIAR (3ª PARTE)


Cuando Marcos llegó a casa de sus progenitores, encontró a su padre encendido de celos y maldiciendo que Julia no estuviera en casa.

- ¡Creo que su amante es Enrique!, su compañero. ¡Aunque como tiene tantos es difícil saberlo!. ¡Por eso nos ha abandonado para irse con él!.

En el fondo Carlos sentía verdaderos celos de Enrique, por la pasión profesional que compartía con su mujer y por que él mismo siempre lo había encontrado atractivo, un rival duro de roer, joven, alto, de rostro casi femenino, con las facciones perfectas, la tez morena y unos gigantescos ojos azules que odió desde la primera vez, en que clavó los suyos en él.

Marcos salió en defensa de su madre.

- Papá estás exagerando. Mamá no tiene ningún amante. De hecho se que te quiere. Sólo se ha ido al piso de los abuelos, en la calle Rialto por que está enfadada. Pero tranquilo, en unos días me ha dicho que hablará contigo y todo volverá a ser como antes. Tenéis que discutir menos y arreglaros de una vez.

- Sí – respondió su padre-, han sido cosas de pareja, tranquilo hijo por que yo ya la he perdonado.

Por un instante las cosas parecieron calmadas, lo cotidiano retomó su rumbo y cada cual volvió a sus tareas habituales. Marcos marchó a su estudio frente al ordenador. Carlos encendió la televisión sin muchas ganas y comenzó a seguir el partido del Valencia-Madrid, que en ese momento se retransmitía. La casa casi adoptaba ya ese tono calmo que solía respirarse después de la tempestad, salvo por la ausencia de Julia.

El móvil de Marcos sonó un par de veces, Carlos prestó voraz atención pero no pudo vislumbrar nada, al cabo de un rato salió el muchacho.

- Me marcho un rato papá, me ha llamado Pedro- Pedro era un buen amigo de Marcos y en ese momento el chico sintió la necesidad de poder estar entre aliados, desahogándose y suavizando los ánimos. Luego cogeré las cosas para mi madre –pensó- me da tiempo a quedar con Pedro y volver a tiempo, me irá bien salir un poco y ver el partido con él.

- En un rato estoy aquí papá.

- Tranquilo Marcos, no te preocupes, sal y diviértete, te espero para cenar.

Conforme se hubo marchado el chico, y después de espiar un rato por la mirilla de la puerta para asegurarse de que Marcos ya no estaba. Carlos salió disparado hacia la habitación del chaval. Cogió su cazadora, que estaba sobre la cama, hurgó en sus bolsillos en los huecos de las cremalleras pero no encontró nada, repitiendo el gesto de desconfianza que siempre refrendaba con su mujer, buscando cosas que su hijo también podía ocultarle, por que él, él era un cero a la izquierda, una basura en aquella casa en la que nadie contaba con su opinión, nadie confiaba en él, por que sus monsergas no le servían a nadie, por que era un pesado y un hombre autoritario, un mal padre y un mal marido y él se tenía que buscar la vida para “descubrir” las cosas que todos le ocultaban. Abrió sus libros, los de las estanterías más altas que parecían entrecerrados, tampoco hubo suerte. Desmontó los cajones de la mesilla y de la mesa escritorio, revolvió en los armarios y decidió darse por vencido. Se dirigió malhumorado hacia la puerta de salida de la habitación, cuando distinguió de pronto la cartera de Marcos, estaba justo en una esquina de la mesa en la parte baja y por eso no había podido verla antes. Se abalanzó sobre ella. Con la fuerza brutal que lo cegaba y lo volvía loco tantas veces. Revisó entre los apuntes de estudiante de primer curso de medicina de su hijo, entre sus bolis, su Ipod, su portátil y amarrado en un pequeño rincón de uno de los bolsillos, desplegó un pequeño trozo de papel, que había sido doblado con tanta precisión, como la de quien él ya conocía, la letra se lo confirmó. Era una nota de Julia. – El portátil, mi agenda que está en el segundo cajón de la mesilla, la ropa interior en el tercer cajón de mi armario….y continuó leyendo hasta llegar al final de la misma. Buscó nuevamente en la cartera, al fondo en una esquina se hallaban las llaves de la casa de sus suegros, deshabitada hasta ese día. Un destello le iluminó la mirada, por primera vez en mucho tiempo, Carlos Urrutia se sintió vivo y lleno de esperanza, vital, un hombre nuevo. ¡Tengo que hablar con ella!, se dijo, ¡volverla a ver! y traerla conmigo, ¡este es su sitio!, ¡basta de niditos de amor y de aventuras!.

Condujo a gran velocidad por la avenida que separa los jardines de Viveros con el mismo cauce del río. Pisó a fondo el acelerador y se saltó varios semáforos en rojo, sin importarle cual fuera su destino, sólo una cosa le ocupaba la mente: Julia. ¡Y ya sabía donde estaba!, ¡con quien! ¡y por que lo había abandonado!. Sólo era cuestión de hacerle entender, a su manera, que tenía que volver a casa con él.

Julia estaba ordenando la casa de sus padres, abriendo ventanas y ventilando de polvo, aquella estancia que había permanecido cerrada durante tantos años. Le vino a la memoria el recuerdo de su hermano Juan correteando por entre las camas, mientras jugaban al escondite, un recuerdo lejano pero agradable, se sintió un poco más joven y más ligera.

Marcos volvió a casa de su padre, enmudeció al entrar y no encontrarlo. Rápidamente se dirigió a su habitación en busca de las llaves, todo estaba revuelto, como si la Gestapo misma hubiera entrado a hacer una redada en su estrecho habitáculo. Abrió su cartera pero las llaves ya no estaban. Buscó con nerviosismo su móvil, llamó a su madre, pero el teléfono una vez más no respondió, siempre lo tenía apagado o fuera de cobertura, recordó entonces que una vez Julia le había dado el número de teléfono de Enrique, para urgencias ya que ella siempre andaba sin batería.

Sonó una música, una que Marcos conocía por su madre, del mítico grupo Irlandés U2, siguió y siguió sonando, a Marcos se le salía el corazón por el pecho, le iba a estallar en mil pedazos…¡cógelo Marcos, cógelo!...pensó mientras sonaba With or witout you.

- Sí, dígame.

-Enrique, ¡escucha!. Estoy llamando a mi madre, pero no la localizo ¿está contigo?.

-No. Pensaba que estaba contigo. Me dijo que habíais quedado para merendar.

-Enrique,. ¡Mi padre ha cogido las llaves del piso de mis abuelos, que me había dado mi madre esta tarde para llevarle sus cosas y ahora mismo él no está en casa!. Y las llaves tampoco. Se que es bueno, que no le hará nada pero si pudieras localizarla.

- Salgo para allá, es el piso de la calle Rialto, ¿cuál es el número del patio y de la puerta?.

- Patio 25, puerta 3

Marcos colgó derrotado, pensó que él también debía de ir allí, que había sido culpa suya por haber quedado con su amigo Pedro y no llevarle las cosas y que ahora sus padres se enfadarían más y que ya jamás se reconciliarían.

Enrique tomó un taxi. –Rápido a la calle Rialto, nº25, ¡es muy urgente por favor!

-Entendido, le respondió el viejo taxista.


4 comentarios:

  1. Qué interesante se pone esto...

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  2. Ay Arwen, no puedo con la intriga... me tiemblan las manos... dios santo... hay tantas mujeres para quienes esto es una realidad, que me siento superada... ya vere como saco tiempo para leer el final el miercoles.
    Un beso guapa, y que gran puño que tienes hija!
    El Mar.

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  3. Saludillos chicas, me quito las legañas vacacioneras por un momento y me paso por aquí a saludaros.

    Un besito gigante y me alegro muchísimo de que estéis siguiendo mi relato tan de cerca. Os adelanto de que el final no va a dejar indiferente a nadie.

    Un abrazote y nos leemos!!!! ;-D
    Muacsssssssssssss
    Arwen

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  4. Decir que el desenlaze es impresionante y que no oslo perdais que os sorprendera

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