jueves, 5 de agosto de 2010

Conductoras Suicidas: Una cita inesperada



Conducía por conducir, camino hacia ningún sitio, recordando mi patética "actuación" con Sara. Fue una cita horrible, mi timidez era tan evidente que se impuso entre los dos, impidiéndome acercarme a ella y provocándome una total catatonía........

Eran las 12.30, mi cita estaba a punto de llegar. Habíamos quedado en la cafeteria cercana a la iglesia de la plaza, en mi barrio. Tenía que lanzarme, desnudar mi alma, idea obsesiva que hacía que me sintiera totalmente vulnerable y aterrado.

Sara llegaba puntual. Era la primera vez que quedábamos para vernos. Nuestras conversaciones siempre habían sido a través del leguaje virtual, y por ser así, acababan, la mayoria de las veces, subiditas de tono liberadas tras la máscara de nuestra desconocida identidad. Por ese motivo, al proponerme ella una cita, un miedo crecido iba a mi encuentro. La cita sería el viernes de esa semana.

Venía de Madrid, no quiso que la recogiera en la estación, decisión que le agradecí. Quedamos en mi ciudad, en mi barrio, en mi terreno, algo que compensaba, aunque minimamente, el nerviosismo que me producía imaginarme ante ella, sin la máscara del anonimato. Al principio la emoción de la espera....

La ví llegar doblando la esquina, mi corazón se aceleró hasta el punto de creer que se me atragantaba en la garganta. Me sentía extraordinariamente excitado por la situación, pero el miedo iba apoderándose de mis movimientos, notaba como subía desde mi estómago e iba poco a poco paralizándome, ahora se expadía por mis brazos y mis piernas, no podía dominarlo.

Sara estaba a punto de llegar hasta mi, se abría paso entre las mesas, una más y alcanzaría la silla preparada para ella, y yo, sin pestañear, ningún movimiento se producía ni obedecía a la fuerza que interiormente dirigia hacia cualquiera de mis músuculos y ........llegó lo peor.

Se inclinó hacia mí en un gesto cariñoso y amable que no pude corresponder, mi cuerpo se helaba y mis cuerdas vocales se negaron a emitir sonido alguno. Sara, sorprendida por el frío recibimiento, intentaba no poner cara de ¿aquí que pasa?, pero era demasiado expresiva. Mi lamentable estado iba en aumento, Sara se sentó esperando al fin una reacción. Y sí, al fin reaccioné, me levante, y sin mediar palabra, me dí media vuelta y desaparecí.

Ahí acabó todo, mi relación con ella, tan idílica y perfecta hasta entonces, se la había tragado la tierra. Y eso es lo que yo quería, que la tierra se abriese y yo sumergirme en ella........

¿Accidente fortuito, o tal vez no? quizá una llamada al destino demasiado enérgica: ¡¡¡TIERRA TRÁGAME!!!...la magia de los deseos...la casualidad, un mal estado del firme de la carretera.....




De todas formas y para romper la burbuja del desasosiego, pensemos que no todos los accidentes son fortuitos, sabemos que muchos de ellos podemos evitarlos: accidentes domésticos, accidentes que suceden por negligencias, torpezas que acaban en accidente... tan sólo tenemos que concienciarnos y poner los medios a nuestro alcance para que no se produzcan.














Siempre, claro, que no hagamos una llamada al destino...

Besos bien protegiodos, amigos Calados y lectores.




2 comentarios:

  1. Releyendo otra vez... hoy le pongo otro final a la historia... sé que no os va a importar :))

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  2. Hola Málaga, tu puedes ponerle el final que quieras. Las historias puede tener cualquier final que imaginemos.
    Un besito. Ya, de vuelta de vacaciones.
    ¡Mañana a currarrrrrrr!

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