No conozco el idioma de estos subsaharianos.
No sé si mencionan al líquido elemento cuando atisban la presencia policial. No
creo que lo hagan. Indistintamente de cual sea su “señal de alarma”, uno sabe
que esta se ha producido cuando los ve tirar de una cuerda y su paraeta se
colapsa quedando convertida en segundos en un hato informe que oculta sus mercancías. Ilegales porque así lo dictan nuestras leyes. Baratas porque quizá sean demasiado caras las que venden las tiendas. Mercancías que sin embargo ellos pagan con los escasos beneficios de sus ruinosos negocios de supervivientes.
Como autónomo al menos eventual, como trabajador en paro, reconozco que hay a
quien sus actividades resultan cuando menos molestas, y seguramente hasta
lesivas. Los
derechos tan arduamente adquiridos por trabajadores, autónomos y empresarios,
son derechos que conllevan inherentes unas obligaciones. A ninguno nos gusta
pagar por tener trabajo. Pero sin embargo, hay que hacerlo para procurar que el
sistema sea rentable. Y como se ve, eso parece cada vez más utópico. Pero no
entraré en esas cuestiones, nada refrescantes en estas fechas.
Lo triste y lo que trae al protagonista de la
imagen de hoy a esta ventana, es que él no tenga esas obligaciones, porque
tristemente, ni siquiera tiene derechos.
Así que cuando las fuerzas de la ley y el
orden deambulan por las calles que ellos frecuentan, sus sentidos se afinan,
sus músculos se tensan como felinos dispuestos a la caza, o mejor, como gacelas prestas a la huída, atentos al menor indicio de presencia
policial. De pronto, a una señal que no llego a descifrar, cruzan unos gestos, tiran de una cuerda, convierten sus escaparates en pesados
bultos que ocultan el delito, y salen corriendo en alocada dispersión, en direcciones diversas y sin
mirar atrás.
Este casualmente se refugió, con la mirada
perdida en busca de sus fantasmas, justo frente a mi cámara. No vi en ese punto su
cara, pero su miedo y su angustia escapaban por sus poros y se sentían en el aire,
a esos escasos metros que le separaban de mí. No me miró siquiera. Me espantaron sus horrores y pese a todo
lo único que acerté a hacer fue apretar el disparador. Por otra parte, ¿qué más
podría haber hecho?.
Entonces notó mi presencia, se giró y me miró. Nuestros ojos se cruzaron unos segundos. Mi mirada le dijo que lo sentía. La suya, dura y triste, me hizo ver que sabía que yo no era su problema.
Bajé mi cámara, pasé junto a él y seguí mi camino, y espero que él pudiese
seguir el suyo.
Hola Emilio.¡Qué duro y triste tu comentario de hoy al pie de esa foto oportuna como siempre! y ¡que verdad hay en los dos! El protagonista de la primera acobardado y triste, siempre huyendo por ganar algo, lo que sea, lo que el sistema de la sociedad le deja. El comentario sin desperdicio, profundo, verídico, "lo que tenemos hoy" en nuestra sociedad, cada vez mas despiadada. Tu seguiste tu camino...esperando que él siguiera el suyo...
ResponderEliminarFoto y comentario para la reflexión. Gracias, un abrazo.
Como siempre una foto genial, deberías ser periodista, siempre sabes captar los momentos oportunos y trasmites toda la tensión del momento.
ResponderEliminarA mi personalmente me da pena ver que se juegan la vida para venir a España para luego estar malvendiendo cosas o con el top manta siempre con el corazón en un puño.
Nuestra sociedad no esta preparada para darnos trabajo a nosotros y mucho menos a ellos.
Agua, agua que viene el gobierno......
durísimo el comentario de hoy., como es habitual, tan buena la foto como el texto., un texto lleno de impotencia a través del cual llegamos a percibir la desesperación del inmigrante, Como siempre, impecable.
ResponderEliminarEsta foto es un contraluz duro, me pilló casi por sorpresa, sin apenas ajustar parámetros en la cámara... Una imagen dura, casi una silueta con unos blancos quemados..., esa dureza se refrenda muy bien en lo que plasma.
ResponderEliminarGracias Chelo, un abrazo a tí!
Me alegra leerte de nuevo!
ResponderEliminarAsí es, es una situación bien triste. Ciertamente, esta sociedad tiene muy poco que ofrecer a mucha gente. Los inmigrantes "ilegales" son de los más perjudicados.
¡Agua, agua, que viene el...desgobierno!
Un saludo Carlos!
Gracias anónimo, impecable no lo sé, deseperante segurohasta que alguien o algo puedan ponerle remedio a estas cosas.
ResponderEliminarGracias y un saludo!
Es una situación verdaderamente desesperada. Necesitan ganarse la vida como sea y todavía es más trágico pensar que vienen de otra situación todavía más desesperada en sus países.
ResponderEliminarEmilio, cómo duele esa mirada!!
Besos.
Desesperada y terrible, que por desgracia empezamos a considerar como normal y como parte de las "lacras" "asumibles" de las "sociedades del primer mundo". Casi no concebimos una ciudad sin sus mendigos, sin sus vendedores ambulantes de dudosa legalidad, sin sus pobres tirados por las aceras, sin sus gorrillas, sin sus marginados.
ResponderEliminarDuele su mirada, pero no sé si debería doler al menos lo mismo la mirada que vemos frente a los espejos.
Besos Gemelas!
Emilio, como dice Carlos tenias que haber sido periodista, o reportero,o... captas momentos que a otros nos pasan desapercibidos. Tienes gran talento y así lo demuestran tus imagenes. Felicidades de nuevo por tus fotos. Siempre cámara en mano para no perder aquello que pasa por tu alrededor. Ese eres tú.
ResponderEliminarUn beso
Cuánto tiempo sin leerte amiga mía...!!!
ResponderEliminarPues gracias por pasar y comentar. Y sobre todo gracias por tus píropos, algo de moral nunca está de más. Me alegro que te guste.
Un beso para tí!
Yo abundo en lo de "Emilio reportero". La fotografía como testimonio.
ResponderEliminarLa luz divide los dos mundos de esta foto, de nuestras calles. Al borde de la oscuridad para esconder el fardo, o la existencia misma llegado el caso, como contraste con la claridad fuera del portal o el callejón.
Es un tema muy complicado.
El último párrafo es... eriza la piel.
Un abrazo.
Bueno, bueno..., se agradece. No tengo valor para tanto.
ResponderEliminarLo que está claro es que sí es una foto testimonial de una realidad dura y desapercibida para muchos. Me gusta tu interpretación de la luz como elemento que señala y separa ambos mundos.
Y si leerlo "eriza la piel", no veas sentir la mirada dura en primera persona, créeme que tardaré en olvidarla..., si puedo hacerlo.
Gracias y un abrazo para tí Nepalí!
Nuestro rincón de calados, es un reducto en el que expresamos libremente nuestras opiniones o damos rienda suelta a nuestros sentimientos y temores.
ResponderEliminarCon tu historia debemos reflexionar, cambiar nuestra percepción de muchas cosas que nos rodean e intentar, una vez más, identificar donde viven la justicia y la injusticia.
De alguna manera, intentemos cambiar el mundo......
Qué duro no? Pues así debe ser como se sienten, atemorizados por si los "pillan" y requisan lo que tienen para vender. En estos tiempos hay que ser fuerte. Un beso
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Es este un rincón al que me asomo pensando entre otras cosas, en dedicar unos momentos a reflexionar sobre lo que me proponen, no sólo los post de cada día, también los comentarios que se van sumando a ellos. Es una corriente interesante de puntos de vista. Creo que enriquecedora. No sé si cambiaremos el mundo, pero al menos sí podemos cambiar algo de "nuestro" mundo.
ResponderEliminarGracias Latour!
Esto pasa en todos los rincones del planeta: siempre hay quien vive con miedo porque sus derechos son pisoteados o simplemente no le dejan tenerlos. Lo curioso es que en esta historia, los fuertes son justo los de abajo.
ResponderEliminarUn beso Laia, y gracias por pasar!