jueves, 28 de febrero de 2013

CONDUCTORAS SUICIDAS: «Quod natura non dat, Salmantica non præstat»

Desde el autobús..

























Mis viajes siempre van precedidos de una leve inquietud, será porque viajo poco y abandonar la zona
de confort, aunque no sea todo lo confortable que quisiera, me produce un ligero desasosiego.
No me gustan las despedidas pero son inevitables. Algunas porque las necesitas, otras porque las creemos necesarias. Demasiadas despedidas esta vez. ¡Me despedí hasta del gato! Y en esos momentos en los que cierro la casa, porque soy la única habitante a las 12 de la mañana, no puedo dejar de mirar a mi rincón, donde está el futuro colocándose y echando  un vistazo de reojo, me digo....¿será la última vez?

He hecho todo lo que tenía previsto. Como un ritual, repaso una y otra vez lo imprescindible, lo necesario y "el por si acaso" y lo meto en la maleta, en el bolso, el carpesano. Acto seguido "me entra la neura", ¿lo habré dejado todo en orden en la oficina?, la firma, el correo, los recados y luego, la segunda parte, porque nosotras tenemos segunda parte; la ropa, los cacharros de la cocina, la basura, la comida del gato....y cuando yo misma me doy por satisfecha, recojo las llaves, doy un último repaso a mi refugio, cuatro mimos al gato y me dispongo a salir. A mis espaldas, tras un leve portazo, queda en silencio todo lo que tengo, donde habitan los que más quiero, bueno, todos no, mi mente vuela y recorre el espacio hasta llegar al recuerdo y me digo....tu también...

Soy exhaustiva en la preparación del viaje pero luego, me dejo llevar, pongo mi destino en manos de otro.... Me subo al autobús que me trasladará a una ciudad ligada a la Historia Universal con nombres propios como Miguel de Unamuno, una ciudad destacada por sus construcciones, levantadas con piedra franca, que a  la caída del sol, adquiere un color rosado inconfundible de estas piedras castellanas. Aún  así, no pierdo de vista las maletas hasta que se cierra el portón del "Avanza", las bolsas de mano, todo bajo control y organizado en el mínimo espacio de una plaza. Doy una mirada al conductor, su aspecto, sus manos, su mirada, le observo hasta que inicia la ruta. También dedico un vistazo a las ventanas, los martillos, los botones de apertura de las puertas, parece que todo funciona...

...A partir de ese momento me evado y dejo que mi mente vuele y ocupe las horas que me separan de mi destino; escribo, duermo, leo, y miro por la ventanilla y contemplo... ¡que ancha es Castilla!

Y como me dejó marcada la pesadilla del autobús de  "La Gata sobre el teclado", os traigo lo que podría ser una pesadilla provocada, que también tiene su parte positiva, como casi todo. 



¡Buen viaje amigos Calados y Lectores!
Las Gemelas del Sur

miércoles, 27 de febrero de 2013

TE DIJE QUE VOLVERIA..... con poesía en la niebla.







Densa bruma y lejanía, 
donde cielo y mar comparten 
secretos de enamorados
nostálgicos, misteriosos.

Futuro y pasado unidos
precursores de algún sueño
perdido entre los recuerdos
 o descendientes, quizás,
 de un ayer sin su camino.

Un pensamiento gris
 ante un horizonte gris,
 bordeado de silencio.

Todo el mundo resumido 
en dos muñecos que, 
ajenos a su destino,
fecundan con su presencia
   tierra y piedra frente al agua.

Y entre la altura del cielo
 y lo profundo del alma, 
como una guillotina
una lamina de tiempo
 para rasgar la nostalgia.

Y en los ojos de la tarde
 mas allá de la mirada,
   pupilas llenas de invierno
 para surcar la mañana....

martes, 26 de febrero de 2013

LA GATA SOBRE EL TECLADO. Baberos de popelín.





Opté por el orfanato. En aquella sala pequeña y mal iluminada de un viejo edificio de la calle Colón, sólo había una mesa llena de archivadores, una Olivetti 98 de hierro colado, y a mis espaldas, colgados en la pared uno junto a otro, un Jesús crucificado y el retrato del caudillo con uniforme militar. Tras la mesa, sentada mientras yo permanecía de pie, una mujer con apariencia de hombre que vestía un uniforme azul marino en el que destacaba la pretendida austeridad de sus líneas: falda estrecha, chaqueta y corbata. Sección Femenina del Movimiento. Aquella mujer me había dado una larga lista de la que yo sólo había leído las primeras líneas. Casa de la Beneficencia, en la calle Corona, un antiguo edificio pegado al barrio del Carmen, con patios porticados y claustros que olían a desinfectante y a geranios franceses. Sin el servicio social cumplido no podía matricularme en la Universidad, ni viajar al extranjero. Había que servir a la patria desde la feminidad y yo - vuelvo a repetirlo- opté por el orfanato.

-¿Y allí que haré?- me atreví a preguntar-
Aquella mujer masculinizada me miró como si yo fuera imbécil.
- Lo que te digan las monjas - contestó secamente-. Lo más probable es que pases a la sala de plancha y después ayudes a servir la comida del mediodía.
Tenía sólo 17 años y no sabía ni cómo se cogía una plancha. Pero aprendí rápido en aquellas mañanas frías de invierno, mientras rezaba el Angelus a las doce en punto y se me amontonaban los baberos en el cesto de mimbre que había junto a mi mesa de plancha. Al principio pasé mis dificultades, porque aquellos baberos azules para los niños y rosas para las niñas, estaban llenos de pliegues, lorzas, orillas vivas y botones de nácar. Y el aroma. Nunca olvidaré el olor a jabón casero, un olor tan fuerte que el primer día de servicio creí caer redonda mientras tocaban las doce en el reloj de la radio y el Señor anunciaba a María que concebiría por obra del Espíritu Santo.
El comedor era harina de otro costado. Las niñas bajaban de las clases, todas con el pelo cortado a rape, para intentar alejar las invasiones de piojos, y me abrazaban y me besaban como si necesitasen más las muestras de cariño que el mismo aire que respiraban. Las mesas estaban agrupadas junto a las ventanas que daban a un gran patio soleado, y yo iba pasando con un gran carro de acero inoxidable cargado de guisopos de extraña textura y agradable aroma.
- Pónme más.
Y yo ponía más y más a aquellas niñas rapadas que igual sonreían que de repente lloraban, pero que observaban con recelo desde aquellas miradas invadidas de ausencias, de soledades, de vacíos que sin duda más tarde serían traumas que volverían a reproducirse en sus vidas adultas.
Al principio, todo ese perfume a orfandad y desaliento hacía daño. Imaginabas las familias rotas, las tragedias escondidas tras aquellos rostros infantiles que reflejaban una inocencia prematuramente destrozada. Pero eso era sólo al principio, porque después de varios meses todo se convirtió en una agridulce rutina. 
Hasta aquel día.
Era una mañana de abril, soleada y limpia. Corría un vientecillo fresco que amainaba el sofoco de la caminata. Llegaba tarde y tenía que fichar. Era sólo una firma en un libro ajado de tapas duras que las monjas instalaban sobre un velador, a la entrada, pero sabía que mas tarde, aquel deteriorado libro de rúbricas sería ojeado con esmero por alguna de aquellas mujeres  ambiguas que trabajaban en la sección femenina del Movimiento.
Nada más entrar en el oscuro zaguán de la Casa de la Beneficencia noté una inusual agitación. Las niñas iban y venían por el patio, haciéndose escuchitas unas a otras y riendo a carcajadas. Aunque llevaban los malditos baberos de los pliegues puestos, me extrañó que no estuvieran en clase a aquella hora. En el aire había un olor a cirio consumido, a incienso, una niebla suave que daba al patio porticado un aspecto fantasmagórico.
-¡ Yo la he visto tres veces! – gritaba una de ellas mientras corría hacia mí y me estampaba en la mejilla el más sonoro de los besos.
- Yo cuatro, y está muy guapa- chilló otra a mi lado mientras tiraba de la manga de mi abrigo.
Una novia pensé, una joven doncella de blanco que había ido a visitar a las monjitas que la criaron. Era la costumbre. Las chicas que habían vivido allí desde muy pequeñas y que a la mayoría de edad habían abandonado el orfanato, volvían en ocasiones muy especiales, como cuando se casaban o tenían su primer hijo. Supuse que para aquellas niñas de pelo rapado y siempre enfundadas en los horribles baberos rosa, poder admirar a una joven novia con la melena bien peinada y un vestido de encaje ceñido y airoso, debía ser un acontecimiento extraordinario que entraba como un rayo de sol en la sombra de sus días.
- Está muy guapa, señorita- me confirmó otra niña que casi nunca hablaba- ¿Quiere verla?
- ¿Puedo verla?- Pregunté.
Si hubiera tenido tres brazos me hubieran cogido de los tres y me hubieran arrastrado hacia un pequeño recinto que estaba junto a la entrada. Una de ellas me dio la mano y estiró tanto que pensé que podía arrancármela; la otra asió mi otra mano e hizo lo mismo, y la tercera, desconcertada al ver que ya no tenía apéndice al cual agarrarse, colocó ambas manitas en mi cintura y me empujó como si tratara de despeñarme por un profundo barranco. Yo me dejé hacer porque hacia tiempo que no las había visto tan ilusionadas. El perfume del incienso se acentuó, casi podía saborearse, y por fin la puerta de aquel pequeño recinto se abrió.
Sobre un arcón forrado con una desgastada tela de damasco, estaba la caja y dentro de ella, sor Juana, con los ojos cerrados y las manos entrelazadas sobre su pecho sosteniendo un rosario. Un cadáver con hábito, tieso como un junco, tan pálido como yo me debí poner en aquel instante Las niñas me miraban con emoción contenida esperando mi reacción. Una de ellas al fin habló.
- ¿A qué está muy guapa?
Era una mujer mayor, pero sus rasgos eran serenos y dulces.
- Muy guapa, niñas – contesté intentando reaccionar, pero tengo que irme a trabajar.
Sólo deseaba huir de aquel olor rancio a muerto reciente.
- Pero si hoy es fiesta- protestó poniendo morritos una de aquellas niñas de triste mirada-
- Pero yo tengo muchos baberos que planchar.
Y puedo jurar que ningún otro día disfruté tanto planchando aquellos babis malditos y espantosamente arrugados. Aunque la imagen de Sor Juana en su último sueño me persiguió durante mucho, mucho tiempo.

lunes, 25 de febrero de 2013

35 MILÍMETROS: EL VENDEDOR DE HUMO


Ganador del Goya al mejor cortometraje de Animación español
La Academia celebra cada año la calidad del cine español con la entrega de los Premios Goya a los mejores profesionales de cada una de las especialidades técnicas y creativas.

El domingo 17 de febrero, esta estatuíla de bronce, el "goya" fue depositándose en  manos de los vencedores. El vendedor de humo se alzó con el Goya al Mejor Cortometraje de Animación español  del director: Jaime Maestro.

"Un vendedor ambulante llega al pueblo ofreciendo una extraordinaria mercancía, hacer realidad los sueños de sus habitantes, eso sí, por una módica cantidad. Sin embargo, los lugareños no tienen tiempo para fantasear mas ocupados en sus quehaceres. El comerciante tendrá que desplegar todo su potencial para atraerlos y conseguir ganar algo de dinero antes de que, como en todo sueño, todo se desvanezca y despierten"

¡Cuantos vendedores de humo proliferan! ¡sabiendo lo necesitados que estamos de sueños!
En un sueño, todo es fugaz, efímero...fantaseamos por placer, por necesidad..... por negocio, cada cual saca su provecho a los sueños, pero por esa diferencia de  "por qué", nos convertimos en creativos, artistas y soñadores o en comerciantes, charlatanes y estafadores de sueños. ¿O... simplemente el vendedor de humo nos brinda la ocasión, para que durante unos minutos, disfrutemos del privilegio de soñar...?



¡Soñad Calados, soñad!

sábado, 23 de febrero de 2013

FOTO POR TÍ_La naturaleza (muerta) de las cosas.



El concepto de naturaleza muerta surgió en Holanda a mitad del siglo XVII, como una necesidad derivada de la tarea del inventariado de cuadros. En su origen holandés, “stilleven”, no significa otra cosa que “modelo inerte”, “naturaleza inmóvil”. Un siglo después se empleó en Francia por vez primera el término “Nature Morte”, para designar las pinturas de las “cosas inanimadas”, de “objetos inmóviles”.

Pero ¿cuándo las cosas dejan de ser lo que son para convertirse en lo que hacemos de ellas?
Las cosas inertes, según en qué manos acaben, a veces y sin saber bien porqué, cambian su sentido, adquieren una nueva esencia. Se transmutan y reciben una nueva identidad.

Así, en un día cualquiera, mientras traslado lejos de mi vista los patéticos restos de una planta navideña, decido que una de sus resecas hojas deje de ser parte del mortecino despojo de una poinsetia trasnochada. De pronto, pasa a ser una especie desconocida de pupa de algún extraño insecto ignoto e innombrable.

Encuentro además no una, sino varias, y pronto se transforman en una poco nutrida pero inquietante invasión de ignorada procedencia y de ocultas intenciones, retorcidas en caprichosas espirales, en pugna por encontrar su lugar sobre un fondo de madera veteada y bajo un horizonte con aspecto de vidrio mojado.

Lo que surge de este encuentro es parte de un imaginario personal, trazado desde la realidad pero ajeno a la misma, inquietante, distante y extraño a los sentidos y a los prejuicios, creado o recreado sólo en la mente de quien lo construye. Lo que surge del momento en el que las hojas muertas y el fotógrafo coinciden es una realidad distinta de la que fue, lejana de su significado primero, ya incluso olvidado. Una realidad cimentada en metáforas enajenadas, encajada entre decisivos milímetros e infinitesimales orientaciones de su tallo o del sentido de sus curvas, todo ello mientras los elementos se ordenan en el espacio y adquieren su nuevo significado.
Pero, ¿cuál es la verdadera naturaleza de las cosas inertes? ¿Cuál es la verdadera naturaleza de una naturaleza muerta?

Desde luego que lo es el placer de quien la imagina, de quien la construye y la recrea y puede ser, de quien la contempla. Quizá también su naturaleza es el propio acto creativo del que se empeña en provocar un cambio en la esencia de las cosas, efímero y sin embargo, capaz de otorgarles deseo de inmortalidad, y de concederles un protagonismo, quien sabe, tal vez mayor que el tuvieron siendo lo que eran antes de ser, simplemente, elementos de una naturaleza muerta.

Así los objetos inanimados pueden tomar en nuestras manos significados diversos, a veces, sorprendentes. A veces, absolutamente disparatados.
Nada es lo que parece, quizá las cosas no son sino que aquello que uno quiere ver en ellas.

viernes, 22 de febrero de 2013

EL GRAMÓFONO: ELEMENTS por Lindsey Stirling


Lindsey Stirling es una joven violinista de 26 años, artista de performance y compositora. Tiene una carrera  artística vivida, relativamente corta, pero demuestra en todas sus actuaciones, el dominio y la técnica que posee del violín y la capacidad inherente para interpretar su música desde un escenario original. No es una sala de audición, ni siquiera un teatro, es el propio espacio natural o urbano, en el que se mueve, con una escenografía tal que sugiere una historia épica.

Desde el  Hip-hop, dance-pop, o la música electrónica, nos demuestra su facilidad para interpretar y un mensaje positivo, su aspecto lo dice todo: "un@ no tiene que encajar para ser aceptad@".
Con su aspecto adolescente y su estilo particular de tocar, se mueve entre los cuatro elementos,  llevando la danza a escena. Provocación y asombro, armonía y belleza  se unen a la música, dando un resultado sorprendente.



¡Rompiendo moldes, se va avanzando...!

¡Qué tengáis un estupendo fin de semana Calados!

jueves, 21 de febrero de 2013

CONDUCTORAS SUICIDAS. IMAGEN A PSICOANÁLISIS


    Escultura de la artista Miina Äkkijyrkkä 

En este mundo terrenal todo tiene un principio y más tarde o temprano tiene un final. 
Privilegio de algunos mortales es la elección de nuestra última morada, de la última escena que acaba con la obra de nuestra vida. Podemos elegir entre varios finales, entierro tradicional, cremación, hasta crionización si se tercia, nos pueden convertir hasta en un diamante. 
Pero ¿y nuestro coche?, nuestro compañero de caminos que incluso  llega a convertirse en uno más de la familia, que cuesta de mantener como a un niño (revisiones, recambios, gasolina, impuestos etc...), pues también acaba en un cementerio. La Administración nos obliga a dejarlo en su último viaje en un centro de destrucción autorizado, el desguace de toda la vida, sin embargo,  si pudierais elegir su final ¿a qué fin propondríais que se destinase?
Os presentamos hoy un buen ejercicio sobre el reciclaje. ¡Imaginación que no falte!
Sorprendednos, queridos Calados y lectores.

Besos de las Gemelas del Sur.  

miércoles, 20 de febrero de 2013

TE DIJE QUE VOLVERIA..... para luchar contra el tiempo.




  Plano y gris en su amargura
el tiempo filtra la imagen
 del valor y la belleza...

Encauza nuestros recuerdos
 a la mediocridad debida
  para no sufrir ausencias  
de experiencias dolorosas

Ni padecer añoranzas
que rebosen de nostalgias
lo que fue o pudo haber sido.

Desfallece en el silencio
varado como un olvido
dormido como la muerte
el valor de lo vivido...

y ni el corazón transita
por lo que fue su utopia
y ni una mirada sueña
por su ayer y su recuerdo.

Sólo el amor por un sueño
y la visión de un instante
preservado en la memoria
recorre nuestra esperanza.

y nos devuelve al camino
para sentir horizontes...
para vivir nuevos sueños.
  





martes, 19 de febrero de 2013

LA GATA SOBRE EL TECLADO. Pesadilla en el autobús




Levantarse a las seis de la mañana debería estar prohibido por alguna Constitución supranacional. A esa temprana hora es de noche, hace frío y el cuerpo se resiste a abandonar el suave abrazo de la funda nórdica.
Pero no. No está prohibido sino todo lo contrario. Forma parte de esta espantosa forma de vivir que nos obliga a estar doblando ropa a las doce de la noche y cepillándonos los dientes muy pocas horas después. Aquel día no fue una excepción. Con los ojos aún llenos de legañas, me calenté el café con leche, me duché, intenté recomponer de forma armónica mi rebelde cabello, cogí el bolso y la chaqueta, y salí a la calle. Las farolas aún estaban encendidas.
En la parada del autobús esperaban los de siempre. Un par de estudiantes con ojeras que les llegaban hasta mitad de sus mejillas, una mujer de mediana edad abrazada a su bolso como si éste fuera un bote salvavidas, un joven ejecutivo lustroso y repeinado, y dos mujeres latinas que, además del sueño interrumpido, llevaban escrita la añoranza en sus oscuras miradas.
Ahí llegaba el autobús, cruzando la avenida en dirección a nosotros. Rebusqué en el bolso. ¡Mierda! había olvidado el bonobús y ahora tendría que sacar el maldito billete disuasorio que andaba ya por el euro y pico. Tomé asiento donde siempre, hacia el fondo y junto a la ventanilla. ¿Por qué no amanecía de una vez? El vehículo volvió a la avenida y fue recogiendo a los pasajeros habituales en cada parada. El trayecto se me estaba haciendo interminable: semáforo en rojo, nueva parada, semáforo… Una vez pasada la rotonda de Benicalap, se detuvo junto al hospital universitario. Era éste el lugar donde se detenía más tiempo. Habitualmente, el chofer bajaba a la acera y estiraba las piernas mientras que los pasajeros, quizá pensando que podían haberse quedado cinco minutos más entre las sábanas, consultaban impacientes la hora en sus relojes y en sus móviles.
Esta vez la pausa duró apenas dos o tres minutos. El autobús se puso en marcha y, para desconcierto de todos, se saltó el primer semáforo en rojo que encontró en su camino. “Menos mal- pensé- sólo quedan diez minutos de trayecto para mi destino”. Cerré los ojos y apoyé la cabeza en el cristal.
El autobús debía dar la vuelta a la izquierda al llegar al cruce, luego cruzar el río y detenerse junto al colegio de los jesuitas. pero en lugar de eso, dio un violento giro a la derecha, emprendiendo una loca carrera en la que no había stops, paradas ni pausas. Mientras el vehículo quemaba ruedas como un bólido, dentro, la gente gritaba y trataba de sujetarse de cualquier forma. Furiosa, me levanté del asiento y avancé como si anduviese por una patera en plena tormenta.
- ¿Qué hace?- grité- ¿Adónde vamos? Esta no es la ruta.
En un primer momento no dijo nada, pero pude ver sus manos. Apenas tenían una capa de piel sobre los huesos y eran blancas como la niebla.
-¿Adónde vamos?- volví a gritar presa del pánico-
Su rostro se volvió y quedé horrorizada. Aquel ser -no podía llamarse de otra manera- no tenía ojos, y desde sus cuencas vacías brotaba un fluido viscoso que se deslizaba lentamente hasta su boca.
- Al infierno- chilló- ¡Vais todos al infierno!
Desperté y sentí que mi corazón latía por todas partes. Mi pijama estaba empapado de sudor y apenas podía respirar. Miré el móvil. Eran las seis y media. Me preparé el café aún con un nudo en el estómago, me duché, intenté recomponer de forma armónica mi cabello tan rebelde, cogí el bolso y la chaqueta, y salí a la calle. Las farolas aún estaban encendidas.
Llegué a la parada y pasé lista mentalmente. Allí estaban todos, con los rostros aturdidos por el sueño, dispuestos a irse al infierno.
Ví venir el 90, mi autobús, y un leve temblor recorrió mis piernas. Quizás llegara un poco más tarde, pero esa mañana decidí que no me vendría nada mal darme un largo paseo.

lunes, 18 de febrero de 2013

35 MILÍMETROS: WORLD BUILDER


Amigos Calados, este lunes nos dejamos llevar por por las claves, los códigos y la imaginación de un mundo virtual y por arte de magia aparece...... World Builder, cortometraje del director de cine americano Bruce Branit.  La película ganó varios premios de cortometrajes y fue  rodada en un solo día, seguida de dos años de post producción.

World Builder, aparte de darle nombre al corto, es la principal herramienta para diseñar en 3D los ambientes al aire libre, pero como no soy ninguna experta, me limito a presentároslo y que vosotros mismos juzguéis.

De la mano de un hábil prestidigitador, vemos nacer y construirse un mundo virtual, con un propósito que se irá revelando durante el vídeo.
Nos adentramos en un mundo imaginario, holográfico. Una idea, que aparentemente, no da vida a una  historia, es una realidad virtual para regalar, pensando en alguien...


Hemos de reconocer que a veces ¡sí que existe la magia!

¡Saludos calados!

sábado, 16 de febrero de 2013

FOTO POR TÍ_Mare nostrum: Los latidos de Poseidón



Estar ahí.
Llevarse la cámara a los ojos y buscar, recorrer la superficie del visor, la ventana por la que te asomas al mundo desde tu caja oscura. Al principio, cualquier cosa que miras parece decirte: “Tómame, haz de mí tu foto”. Pero tú sabes que no debes hacerlo, sabes que los instantes que observas siempre luchan por convertirse en eternos gracias a ti y a tu cámara. Sin embargo no es tan sencillo. Debes de ser paciente. Esperar hasta que realmente suceda casi sin darte cuenta, y aprietes a fondo el disparador. No se trata de hacerlo al azar, se trata de hacerlo en el momento preciso. 

El disparo perfecto no lo es por dar en el blanco. El disparo es perfecto cuando lo ejecutas guiado por inexplicables impulsos de tu instinto. De hecho, tu foto no la ves a través del visor de tu cámara, ni siquiera la ves a través de tus ojos. De alguna forma, no piensas en ella. Porque aún no es, porque aún no existe. Tu imagen aflora en tu cabeza antes incluso de tomar la foto. Se conjuga mientras el tiempo pasa a través de tu encuadre. El disparo perfecto no es uno ni único, pero tampoco es frecuente, y sólo puede ser si consigues no pensar en hacerlo.

A veces incluso, ni sabes de manera consciente lo que buscas. Acaso y con suerte, tan sólo vislumbras lo que esperas que sea. Lo intuyes al inicio, cuando la realidad te grita desesperadamente que  hagas la foto. Pero tú conservas la calma, tensas tus sentidos y te esfuerzas por oír lo que apenas te parecen gemidos, porque más allá de esa algarabía de las cosas, sientes que algo, desde lejos, está a punto de llamar tu atención. Y esperas. Y escuchas. Aún sin saber bien qué es...

Estoy en el sitio justo, ni más ni menos que donde quería estar. La arena zarandeada por la ventisca de una fría tarde de Febrero se arremolina a mis pies. Llevo un rato en silencio escuchando los sonidos del mar y del viento. Mirando cómo alborota juguetona la espuma, creando infinitos tocados en lo alto de las olas. Permanezco atento a los impulsos que me hacen tomar fotos. Espero la llamada definitiva, la que me haga realizar el disparo perfecto.

Apunto mi cámara hacia el eterno vaivén del azul. Escucho cómo respira, y cuento los latidos de Poseidón: uno, dos, otra y otra ola, y otra más, suavemente, acomodo mi ritmo al suyo y de pronto, lo oigo…, y tomo la fotografía.

viernes, 15 de febrero de 2013

EL GRAMÓFONO: THE SWINGLE SINGERS"Libertango"


Este viernes, ocho voces  nos abren la puerta hacia el merecido descanso del fin de semana.
The Swingle Singers es un grupo vocal  formado en 1962, al que han ido sucediéndose e incorporando nuevas voces para abarcar estilos diferentes y cuyas audiciones en su mayoría son "a cappella"

Libertango nos descubre, sin un solo instrumento, solo con la voz, la música de Piazzolla. Astor Piazzolla  no solo es el músico del tango, más célebre, sino también un compositor y concertista en grupos de música de cámara y en orquestas sinfónicas, el ha llevado el tango hasta sus límites. Artista innovador que desde el piano y el bandoneón llevó la esencia del tango en todas sus composiciones.

¡Que lo disfrutéis!



¡Buen fin de semana amigos y lectores Calados!

jueves, 14 de febrero de 2013

CONDUCTORAS SUICIDAS: EL TREN DE ENCUENTROS Y DESENCANTOS


Sin creer demasiado en los días que señala el calendario para hacer ofrendas pactadas al amor y a la amistad…

En esta ocasión y sin que sirva de precedente, queremos rendir nuestro pequeño homenaje al amor correspondido….

Viajar en tren puede rebelar nuestro destino. El tren es un medio de locomoción cómodo que nos proporciona cierta libertad de movimientos. A veces, tenemos la suerte de coincidir con personas que provocan en nosotros un efecto túnel, y  acabamos viéndolas a través de un calidoscopio, solo a ellas, multiplicadas y luminosas,  aislándonos por completo del resto de la humanidad. Un asiento libre, un hueco entre vagones, puede dar lugar a un encuentro inolvidable. Hay quien asegura que las relaciones más apasionadas surgen de un impulso. Es por eso que cuando circulamos por una vía subidos en ese tren, hemos de aprovecharlo, perseguirlo, hasta conseguir ese asiento libre al lado de nuestro objetivo. Los vagones hablan de personas en constante encuentro. Puertas que se cierran, miradas que se cruzan y desaparecen en el anden de una estación, La nostalgia de una mañana unida a la presencia efímera de "esa persona" hace surgir el impulso, encandilarnos por ella, creando un clima  de romanticismo de vías y paisajes, de ventanas y pasillos, un momento reflexivo... un contacto,  que quizá nos lleve a conocer  una persona especial. Luego, la distancia, el tiempo y la soledad alimentarán nuestro deseo, y querremos que Cupido y Anteros hagan lo propio y viajen con nosotros en el mismo vagón, en ese tren de los encuentros...y venguen nuestros  desencantos.


¡No perdáis ese tren Calados!

Las Gemelas del Sur