martes, 7 de mayo de 2013

LA GATA SOBRE EL TECLADO. Marcelo


La relación no comenzó bien. En aquel verano ardiente de días interminables, la adrenalina estaba a flor de piel y los nervios se perdían con más facilidad que las llaves.
Aquella mañana él estaba tumbado sobre la cama con una mirada indolente. No sé ni cuando había entrado a casa. Era muy tarde y mi tren salía en apenas media hora. Le dije con firmeza que se fuera, pero hizo caso omiso.
Furiosa, encendí la luz de la habitación, abrí la ventana de par en par y me planté en jarras frente a él.
- Venga, vete – le dije-, tengo que cerrar la casa.
Pero no hizo ningún movimiento.
Aquello ya me sacó de mis casillas. El sudor corría por mi espalda como si brotara de un manantial inagotable. Pero yo estaba agotada y tenía mucha prisa. Alcé la voz una vez más.
- Vete.
Por fin saltó de la cama como una gacela y me plantó cara. Vi la violencia reflejada en sus extraños ojos verdes.
Todo fue muy rápido. Yo hice ademán de darle una patada, pero él se me adelantó. Su agresión me dejó desconcertada, aterrada. Vi que la sangre corría por mi piel y pude escuchar mi propia respiración entrecortada.
- Lárgate de una vez- repetí entre lágrimas.
Pero no eran lágrimas de dolor sino de rabia.
Pasaron los meses, y a pesar de todo, él siguió viniendo a casa. Contra todo pronóstico, aquel agresivo comienzo no tuvo continuidad. Poco a poco, el entendimiento se fue abriendo camino en el que yo creía un abismo para el que no había puente posible.
Llegó un momento en el que nos entendíamos con sólo mirarnos, y un día de principios de otoño surgieron las primeras caricias, los juegos y las risas.
Los días se hicieron más cortos y por las mañanas soplaba una brisa fresca que animaba a tirarse sobre los hombros una rebeca de algodón. Las hojas comenzaban a caer de los árboles y la gravilla de los parques se cubrió de una alfombra de tonos ocres y amarillos
Aquella mañana gris yo estaba dándome los últimos retoques frente al espejo del cuarto de baño. Un poco de colorete, rimmel ¿dónde? si ya apenas tenía pestañas. Escuché un ruido cerca de mí. Me volví a mirar y allí estaba él, junto a la puerta, esperando no se qué.
No lo había oído entrar, pero sin duda había vuelto a dejarme la puerta abierta.
- Tengo prisa – le dije esta vez sonriendo-. Pierdo el tren.
No dijo nada y siguió esperando junto a la puerta.
Salí del cuarto de baño, apagué la luz, busqué el bolso, me cercioré de si llevaba las llaves y el móvil y salí a la calle cerrando de un portazo. Vi que él me seguía con pasos cortos.
- ¿Me acompañas?
Llegamos a la estación con apenas cinco minutos de tiempo. La gente iba y venía con tal ansiedad como si en ello le fuera la vida. Mi tren llegó a su hora, abarrotado como siempre.
Antes de subir me volví hacia él y le dirigí una mirada que quería decirlo todo, pero no se si llegó a entenderme.
Aquel gato enorme de pelaje atigrado me había ganado el corazón.

12 comentarios:

  1. Un relato con final inesperado y de sabores acaramelados, muy dulce sin duda pese a "los primeros arañazos".
    Siempre parece que vayas por un sitio, y acabas saliendo por otra puerta, eres una "Houdinni" de los relatos. Muy bueno Amparo.

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  2. Muy buen Relato de una convivencia que no resulto nada fácil. Inesperado Final.
    Abrazos y besos.

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  3. Interesante cambio de rumbo que me ha llevado de la indignación a la sonrisa compresiva.
    Bella historia del nacimiento de un amor.

    Besos

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  4. Sea por la foto de Emilio del otro día o porque sé que te gustan los gatos, esta vez sí he imaginado desde el principio la naturaleza del extraño que miraba desde la cama. Y he tenido que vencer la tentación de leer las últimas líneas antes de tiempo para confirmarlo.
    Me ha gustado mucho. Y la foto también. ¿Sabes que hay otra igual pero desde el otro lado, con la chica de frente? Creo que es una acuarela.. Muy chulo todo.

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  5. ¡Qué facilidad tienen algunos para robarnos el corazón!

    Esa presentación ambigua que haces con pistas falsas, capta nuestra atención y nos precipita hacia el desenlace.

    Saludos

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  6. Me ha gustado tu historia, sinceramente también me ha sorprendido su final.
    Excelente! Un abrazo calado!!

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  7. Emilio. me gusta que los lectores vayan escribiendo su propia historia mientras leen la mía. Mi hija dice que abuso de los finales inesperados y es posible que sea cierto.

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  8. Pedro Luis, la historia es real. No sabes el bocado que me pego el gato callejero, pero luego siguió viniendo a casa y era un amor de gato, eso sí, enorme. me tuvieron que poner la antitetánica, dar parte a consellería y luego llevaron al gato a hacerle analíticas. Así que la aventura siguió.

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  9. Jara, estabas escribiendo una historia paralela, fantástico. Pero la historia fue tal como la cuento, de la violencia al carió y la comprensión. Gran Marcelo.

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  10. Lo has adivinado!! ya me vais conociendo. Es que siponía la foto de un gato, la historia ya no tenía gracia. Por cierto, historia real, real.

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  11. Me encanta dar pistas falsas. Mi hija dice que abuso de ellas, pero eso hace que el lector vaya creando mentalmente su propia historia. Y eso me encanta.

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  12. Gracias Latour. La historia es cierta, el gato es real y el bocado que me dio también, ja, ja. Pero nos hicimos muy amigos.

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