En una noche de otoño
estrellada, en ese tapiz de oscuro terciopelo azul, tintinean unas
luces, puntos infinitesimales de luz blanca intermitente. Reclinada
en el asiento del conductor, con la mirada que atraviesa el cristal
del techo solar, me extasía, me hipnotiza esa cadencia lumínica y
me reta a descubrir cual de las estrellas me guiñará el ojo en el
próximo instante. Pensar que esa luz que percibo es de una estrella
que quizás fue y ahora no existe me turba, me lleva a comprender la
gran inmensidad del universo, de la insignificancia de mi cuerpo
opaco, sin luz propia, de mi relativa posición escondida en una
pequeña grieta de la tierra. Y sin que mi voluntad lo sepa, me sube
la congoja, llega al lagrimal de mis ojos y me obliga a mirar al
volante, a encender la radio, a pensar en mis luceros que tengo muy
cerca, esperando en el hogar.
Un toque en el cristal
pone fin a la estela de pensamientos, mi compañero de viaje entra en
la cámara de este improvisado observatorio y reclama la cuenta atrás
de salida.
Inicio el recorrido por
la pista de salida y a lo largo de la vía, observo una panorámica
de fondo oscuro jalonada de multitud de luces rojas que me acompañan
en mi dirección y luces blancas rodeadas de unos destellos radiados
desde su centro que por el rabillo del ojo llegan a deslumbrarme.
Este universo que me rodea es tremendamente cercano, su velocidad
llega a sumergirme en una inercia que me tiraniza, ya que no puedo
dejar de controlar sus movimientos, tratando de descifrar su lenguaje
a través de su color, sus diferentes intensidades de destello, su
frecuencia, su posición. La subida de tono del rojo frenada me
alerta, las destellantes luces azules me ponen nerviosa, las ráfagas
de luz blanca me confunden entre el saludo y el aviso de una sorpresa
a la próxima revuelta. Pero la figura estelar es la luz ámbar,
amarillo solar, el centro del firmamento de las intenciones
declaradas, la intermitencia del entendimiento. Ese púlsar estelar
que delata el inesperado desplazamiento lateral sin tener que jugar
al adivina, adivinanza qué intenciones traerás, porque algunos
bólidos se sienten un agujero negro, sin ningún brillo, que nos
engulle e incrusta en el campo gravitatorio de su plancha si los ojos
de Santa Lucía no te acompañan. El espacio es suyo y abusa de su
egocentrismo, no tiene por qué avisar de su presencia, en definitiva
es el astro rey.
Y si esa invasión del
terreno es más que suficiente para desencadenar una batalla, aunque
sea solo dialéctica, estaría dispuesta a desatar la guerra de las
galaxias misma, cuando aparece la estrella de la muerte, el Dark
Veder de la Vía Láctea que enciende su espada intermitente para
abrirse paso sin la menor intención de comprobar que el espacio está
libre. Siempre me sorprende su modus operandi, frena y luego pone el
intermitente, creyéndose con todo el derecho a interceptar tu
trayectoria, a faltarte al respeto cuanto menos.
Pero no todas las
estrellas son iguales y en la paz tengo que ser parte de esa tribu
que venera a esos astros celestes que nacen y crecen y siguen nuestra
estela.
Desde la Luna blanca, dorada o roja, pero siempre menguante o llena, destellos de besos, queridos Calados y lectores.
Las Gemelas del Sur.
Las Gemelas del Sur.
Hermoso post,cariños a tod@s los calados
ResponderEliminarEs muy bonito el video que poneis.
ResponderEliminarLo que no sabía, es que el firmamento estuviera tan concurrido. A poco que nos descuidemos, veremos algún atasco entre estrellas y naves...
Bss.
Eres un sol, Fiaris. Encantadas de compartir la mirada hacia las estrellas.
ResponderEliminarBesotes.
Mar, estoy segura que ocurrirá lo mismo que en nuestro planeta, la gente seguirá olvidándose de que lleva los intermitentes para algo, que no son de adorno o para decir que ahora vuelvo con los de emergencia.
ResponderEliminarEl vídeo es un corto de animación de Pixar que ha presentado a los Oscar. Cuando se pueda visionar completo en youtube no te lo pierdas, es una ternura. Se puede visionar ya en los cines ahora si vas a ver la película Brave(la princesa pelirroja y traviesilla).
Estelas de besos.
Precioso relato; cuantas veces esa visión láctea nos ha llenado los sentidos de sensaciones ya vividas o de otras por vivir. Ponemos en cada estrella una especie de deseos de esperanzas creyendo que de algún modo esos parpadeos estelares los harán realidad.
ResponderEliminarPrecioso relato y estupendo video.
Un abrazo
Mirar las estrellas y olvidarse de lo demás.
ResponderEliminarEl universo es un OH!!! inacabable.
Besos.
Contemplar esa armonía en ese cielo, causa admiración, todos los astros moviendose coordinados con las leyes universales, parece mágico. Distinta visión me causa las luces de la ciudad en la noche, destellando en los edificios, moviendose con los vehículos...a veces hieren el ánimo.
ResponderEliminarBesos a pares, Logan y Lory
Toro, solo lo puedo comparar con la impresión que causa una castillo de pirotécnica adornando el cielo en competencia con las estrellas. Emocionan sus estallidos, sorprende su cadencia, entristece su efímera duración, Oooohh!!! y se apaga su luz.
ResponderEliminarCarcasas de besos.
Hola, Gemelas.
ResponderEliminarUf! Cómo he disfrutado vuestro relato. Genial se queda corto. Casi he tocado esas estrellas y el calor de ese púlsar milenario, sin edad, infinito. Bravo.
Qué bueno es estar rodeada de luces maravillosas. Y sí, no me olvido de dar al intermitente.;)
Precioso el vídeo.;)
Un par de besos muy fuertes.
Me han emocionado tus palabras, Luisa, viniendo de una maestra de las letras me alimenta el entusiasmo por seguir escribiendo.
ResponderEliminarAja! una directora de orquesta que sabe que a la luz del intermitente le acompaña una música celestial con su tic-tac rítmico y amable.
Besos y besos.