Suena el timbre del telefonillo y Lucía decidida recorre el pasillo en penumbra sin parecer que
cuenta los pasos, hasta llegar al auricular. Abre el portal, ya es la
hora, es él.
Pablo empuja la puerta del patio y sube
los escalones de dos en dos, el desánimo de las primeras citas ya
desapareció y ahora siente una agradable sensación de euforia.
Nunca pensó que estos días de vacaciones de invierno estuvieran
convirtiéndose en una bella aventura.
Acude todos estos días a la cita desde
el gimnasio, cambiando su indumentaria habitual. La ropa deportiva ha
dejado en el armario al traje chaqueta y su cabeza está calada por
una gorra que le oculta parcialmente los ojos que las gafas de sol
acaban de camuflar.
Lucía reconoce sus pasos antes de
llegar a la puerta y le franquea la entrada. Preparan la salida con
compenetrada complicidad.
El soleado día hace que el mercadillo
del barrio tenga un bullicioso ir y venir, aromas a fruta y verdura,
bamboleo de las prendas al viento, cantos de reclamo de los
vendedores, cierta anarquía en el flujo de gente por el pasillo
franqueado por las paradas. Lucía disfruta de este ambiente como
nunca y abrazada a Paco decide sin dudas sus compras. Pablo está
tranquilo, imposible que le descubran en este lugar que jamás
frecuenta. Tranquilo y confiado, deja que Lucía revuelva en los
sedosos pañuelos, pero contrariada tira del elegido que opone
resistencia, en su otro extremo otras manos lo ansían también.
No puede ser es Carmen, mi vecina. Pablo susurra a Lucía que lo deje, pero ella
se resiste, si hay conflicto le reconocerá, quizás lo haya hecho
ya. Pese a sus protestas la coge por la cintura y se la lleva de
allí.
Lucía callada hasta salir del
mercadillo, saca su bastón y enfadada camina dando fuertes golpes en la acera, no quiere que le acompañe, se basta sola. Pablo la
comprende, el estaba para ayudarla y compensar su discapacidad. Más ciego es él.
Ahora va ser la comidilla de todo el
barrio, Pablo González tiene una aventura y su mujer no lo sabe.
Tierra trágame.
No ha hecho bien en ocultar la verdad,
le avergonzaba que se supiera que había sido condenado por cometer
un delito contra la Seguridad Vial a realizar trabajos en beneficio
de la comunidad. El pudo elegir ayudar a Lucía y resultó ser el
más agradable de los trabajos. ¿Su mujer lo entendería? ¿Asumiría
que su marido es un delincuente?
Desde que la Guardia Civil le realizara
el control de alcoholemia dando una tasa de 0,7 mg/l, parece que todo
se ha complicado. Se pasó del 0.6 para quedarse solo en una multa y unos cuantos puntos menos. ¿Sería señalado por sus vecinos y sobre todo por
la empresa?
La empresa necesitaba cerrar ese
negocio y tras tantas reuniones sociales y de trabajo durante todo el
día, hizo que Paco no midiera la cantidad de alcohol que estaba
tomando.
No fue consciente del gran riesgo que
asumía, poniéndose al volante de su coche, puro peligro para él
mismo y para los demás . Casi ciego iba por la carretera, pero tenía
que volver a casa porque su mujer es muy celosa, no creyera
que....Inmovilizaron su coche, le detuvieron y de todos modos tuvo que volver con un
taxi y el coche con la grúa.
Tras esa mirada al espejo retrovisor,
vuelve a casa, a poner la verdad sobre la mesa y a asumir
definitivamente su culpa. Lo que no le perdonará su mujer es el
chisme de su infidelidad, no habrá quien lo pare.
Si.
ResponderEliminarEl chisme será lo peor.
Besos.
Suelen pasar estas cosas, es que la infidelidad es como el amor, que llega de un momento a otro y te hace perder la razón.
ResponderEliminarLos besos retornan a vosotras por el efecto boomerang.
Ains, si es que si Pablo hubiese contado toda la verdad desde el principio... ahora no sería víctima de tanto chisme ;)
ResponderEliminardirty saludos gemelas¡¡¡
Si, tendría que haber cogido al toro por los cuernos y enfrentarse a la situación sin miedos. Probablemente su mujer lo hubiera comprendido y se habría hecho cargo de la situación y quien sabe si se habría hecho amiga de Lucía.
ResponderEliminarAhora el castigo es doble, el del Juez y el deterioro de su relación.
Besos a pares.
Dean, la razón creo la perdió en el momento en que condujo con esa tasa de alcohol y además quiere negar la mayor, encubriendo el hecho a las personas de su entorno.
ResponderEliminarAl final creo que ha reflexionado y aceptado que los problemas para que no crezcan es mejor contar con la ayuda de los seres queridos.
Guardamos tus besos a buen recaudo.
Cierto, Dirty, ahora cargará con la culpa de una mentira, su infidelidad, no hay aparato que demuestre su inocencia, el chisme es una condena automática. Al igual que la tasa de alcoholemia, esa si que es inapelable y prueba suficiente para condenarlo en un juicio rápido en donde ni siquiera hace falta que el conductor esté presente.
ResponderEliminarBesos.
Que manera de enredarse la vida...
ResponderEliminarY es que cuando uno empieza a caer, no para!
Sabrá arreglarlo?
Besos abisales
Jaja Gemelas, ¿su mujer se habría hecho amiga de Lucía?... no lo creo, decís que es muy celosa... me ha encantado la historia... real... realísima como la vida misma... cuantos soplos a la guardia civil habrán ido en esta dirección.
ResponderEliminarUn beso 0,0 gigante!!!
Definitivamente tenía que haber sobornado a la vecina chismosa...que seguro que era la misma vieja del visillo ajajjajajaj...
ResponderEliminarAbrazos Gemelas.
Abismo, decidido, su mujer prepara una mudanza, se cambian de piso a otro pueblo; Pablo pedirá al juez otro trabajo en beneficio de la comunidad y a Dios pone por testigo que no volverá a tomar alcohol y mucho menos cuando conduzca.
ResponderEliminarArreglado!!!
Besos y besos.
Arwen, ¿tu crees que sospecharía algo que precisamente le asignaran ese voluntariado, ayudando a Lucía una chica tan mona, aunque fuera ciega? No me extrañaría nada que hasta decidiera acompañarle en esa tarea. Ufff que mal pensada soy....
ResponderEliminarTu misma lo has apuntado bien, ¿cuántas juerguitas nocturnas habrá puesto en evidencia la guardia civil con "sople aquí, por favor..."
En fin, no quisiéramos encontrárnoslos a ninguno en nuestro camino, son una bomba de relojería, un enemigo público.
Besotes, amiga nuestra.
Bueno, Sombra, esto habría rizado el rizo de la historia. La vecina se habrá chivado por radio-patio al resto de las vecinas y tarde o temprano llegaría a oídos de su mujer.
ResponderEliminarBesos tras el visillo.
bueno,buenoooooooooooooooo.
ResponderEliminarcariños
Besos compartiendo una cerveza 0,0, sin alcohol. Chin-chin, Fiaris.
ResponderEliminarMenuda bola de nieve!!!! la verdad es que nos complicamos la vida muchísimo, pero........así somos. Un beso Gemelas!!
ResponderEliminarMuy gráfico, Latour, una avalancha que lo ha sepultado en el mayor de los líos. Llegará el perro San Bernardo para rescatarle, aunque no creo que beba de su barrilito para entrar en calor, porque está bastante escarmentado con el alcohol, no sea cosa que todo vuelva a empezar. Jejejeje!!!
ResponderEliminarBesos con la sencillez de la sinceridad.
Hola, Gemelas.
ResponderEliminarEstas cosas pasan… Las mentiras tienen las patas muy cortas. Es curioso cuando los “acusados” son interrogados al respecto de su infidelidad, suelen poner mil excusas para tapar su falta. Este, para taparla tendrá que confesar otra aún mayor. Vamos, que se va a cubrir de gloria el angelito…
Un par de besos muy fuertes.
Certero juicio, Luisa, un ángel caído que tendrá que meter el rabo entre las piernas. Reconsiderará su modo de encarar la vida? No hay coartada perfecta con la mentira, a lo hecho pecho y a asumir las consecuencias.
ResponderEliminarBesos falleros que por aquí ya huele a pólvora.