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lunes, 21 de noviembre de 2011
SÓLO UNA CALADA MÁS: EL HIJO.
Lo meció en sus rodillas antes de perderlo para siempre, abrió de par en par las ventanas, se despidió del servicio y sentada en la mecedora se agarró firmemente a los barrotes, mientras vio partir bajo sus húmedos ojos el hijo que nunca existió.
Triste para quien cifra sus esperanzas en lograr una meta, sea lo que sea que anhele. Mucho más triste aún, si existe el logro, pero este es tan efímero, que se llega a ser consciente del logro y de su pérdida, casi al mismo tiempo.
Que pena y que rabia.
ResponderEliminarQue dolor también.
Besos.
Vaya, un relato muy reflexivo y me gusta mucho la foto que has puesto hoy, me repele y me gusta a partes iguales ;P
ResponderEliminardirty saludos amiga Arwen¡¡¡¡
Lo que te he dicho ya me saltaron las lágrimas.
ResponderEliminarabrazo
Triste para quien cifra sus esperanzas en lograr una meta, sea lo que sea que anhele. Mucho más triste aún, si existe el logro, pero este es tan efímero, que se llega a ser consciente del logro y de su pérdida, casi al mismo tiempo.
ResponderEliminarBesosxdos
Si no llegó a existir, la pena no será muy grande.
ResponderEliminarUn saludo.
Tal vez hemos sentido todos esa ausencia... aunque jamás existiera... o aunque alguien se lo llevara...
ResponderEliminarUn gran beso a todos lectores Calados y un placer leeros siempre!! ;)
Fotografía y texto.......y un nudo de dolor en la garganta. Impresionante Arwen!
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