jueves, 17 de noviembre de 2011

CONDUCTORAS SUICIDAS. UNA FLOR, UNA CARICIA.


El gris del cielo y del asfalto se confunden, la humedad del ambiente les abraza. Ha empezado a llover, las primeras gotas caen y se unen al polvo del asfalto como al dictado de una receta de cocina, formando un barrillo viscoso, negro petróleo, sorpresiva cobertura del siniestro pastel.

No puedo quitarme esa imagen de la cabeza, camino junto a Mar como un autómata, entre el séquito de amigos hacia el lugar de la desgracia. Mi imagen se convierte en fotogramas y veo a Roberto acercarse rodando con su moto, recortando curvas en la carretera desierta, decidido y seguro. El fotograma se detiene y se clava en mi mente un primer plano de sus ojos, sorprendidos por la rabia y la desesperación que se cierran por el golpe de su casco contra la sucia carretera. Sigue deslizándose por ella hacia una trampa mortal, la guillotina de la bionda, incitadora a la revolución de las dos ruedas, la navaja del "quitamiedos", irónica palabra para los moteros. The End de una vida.

La vida, la vida que me da Mar.
Vuelvo a contar mis pasos, sincronizándome con los de ella. Sigo con la mirada el camino que discurre la lágrima por su mejilla, hasta saltar al suelo y allí descubro una flor caída. Una blanca rosa desprendida de uno de los ramos de flores que ofrecemos en memoria de Roberto, para dejar sobre la maldita bionda, para pronunciar palabras de despedida que se llevará el viento con el deseo que las escuche Roberto allá donde se encuentre.

Mar de vida es Mar.
La rosa en mi mano quiere posarse sobre las de Mar. Ella me mira con sus ojos profundos y me hunde en su sima abisal. No puedo levantar el brazo, lo escondo tras la espalda. Dudo, me pierdo en un mar de dudas. La blanca rosa está sucia del barrillo de la carretera, su destino ya está marcado en esta ceremonia, mas no quiero entrar por la puerta de su querer con esta tarjeta. Ella es toda vida, mi vida. Meto la mano en mi bolsillo y le ofrezco mi blanco pañuelo, pero me adelanto, soy yo el que le limpia las lágrimas, despacio, suavemente, devolviendo la mirada a esos ojos extrañados que pensaban que este rudo militar no podía abordar tan delicada operación.
¿Me guardo el pañuelo, atesorando sus lágrimas en mi bolsillo? ¿Se lo entrego?... ese indeciso intervalo de tiempo hubiera bastado para al menos resultar herido en el campo de batalla, mientras ella, mi Mar, recurre a los pañuelos de papel de su bolso para sonarse.

En la soledad de su casa, se sienta al piano, reposa la rosa sobre sus teclas y las acaricia, su recuerdo hace vibrar esta melodía.



Hoy caricias en vez de besos, Queridos Calados y lectores.

Las Gemelas del Sur.

12 comentarios:

  1. Cuantas muertes, amputaciones, parálisis....

    Los malditos quitamiedos.
    Que horror.

    Besos.

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  2. Un relato poético y precioso. Escribí hace un año o así uno que habla de algo parecido: accidentes de circulación. Tal vez lo vuelva a publicar esta semana. Es curioso, estaba pensándolo desde ayer, y hoy entro a vuestro espacio y me encuentro con el tema.

    abrazos.

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  3. Una vida segada por un "quitamiedos" que se supone está para guiar, ¿proteger? al conductor.

    ¡Que acongoja debe sentir Mar!

    Triste y desgraciadamente, real (muy real) vuestro relato.

    Bss y bss.

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  4. Y es que la vida es contradictoria y algunas veces lo que está pensado para ayudar termina siendo lo contrario... Ains...

    un relato muy sentido gemelas¡¡¡

    dirty saludos¡¡¡¡¡

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  5. Un relato muy bien logrado Gemelas,abrazos x 2

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  6. Los motoristas los nombran como "guardarraíles asesinos". La caída de un motorista puede estar sentenciada a muerte por esta barrera, si no hubiera estado, quizás no hubiera sido tan grave el accidente y mejor aún, con otro diseño también. Hay sentencias que condenan al titular de la carretera a indemnizar a la victima, reconociendo su lesividad añadida.

    Seguramente después del homenaje a Roberto, la comitiva decida hacer otra procesión para protestar por ese horror que amenaza a cualquier motorista.

    Besos a pares.

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  7. Hola, Moderato, bienvenido a este rincón.
    Será que por la conexiones circulan las historias, pero además un flujo misterioso con cierto poder telepático, ya que a nosotras también nos ha pasado algunas veces.
    De todos modos siempre encontrarás en nuestras entradas un eje, una referencia, una base sobre la que se sustenta esta actividad tan cotidiana, la necesidad de desplazarnos y como se entronca en la vida ya que hay veces que parecemos conductoras/es suicidas y hay que parar y jugar con las ideas, descubrir valores olvidados o replantearse sus prioridades.

    Estaremos atentas a tu próxima entrada.

    Besos espectantes.

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  8. Mar está destrozada. La carretera no ha pensado en Roberto el motorista, la bionda ha sido creada pensando en el automovilista conductor, con el objetivo de evitar una salida de vía e incluso un posterior choque frontal, pero se ha olvidado que Roberto no tiene ninguna protección de chapa que evite el mortal contacto con esa guillotina.
    Paco, su secreto admirador, espera otra mejor ocasión que propicie que le vea con otros ojos, ojos enamorados. ¿Puede sospechar algo Mar después del amable gesto?

    Suaves besos blancos.

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  9. Asi es Dirty, pero rectificar es de sabios. Roberto ha tenido mala suerte, su cuerpo ha ido a parar en un tramo donde la bionda no ha sido sustituida por otra barrera protectora de motoristas, con doble barrera para que el poste no corte y ampute el cuerpo del motorista y sin bordes cortantes. Lo peor es que la crisis no dejará que siga esta reforma en las carreteras.
    ¿Cuántas Mares, llorarán más perdidas como esta?

    Besos a pares.

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  10. Gracias, Fiaris. El amor y la espiral de la vida que lo zarandea, lo acuna, lo encumbra, lo esquiva, lo proclama....lo aniquila.

    Un par de abrazos.

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  11. No sé ni porque le llaman quitamiedos, mejor lo deberían llamar "quitavidas"... estupendo relato Gemelas y como siempre, todo un placer viajar con vosotras.

    Besos!!!

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  12. Arwen, Las carreteras están diseñadas para los coches y la bionda tranquiliza al conductor minimizando la posibilidad de una salida de vía, es un quitamiedos. Distinto resultado para las motos que han sido y son una minoría, pero esta ha presentado batalla y ha provocado que la administración se preocupe por ellos, cambiando el tipo de bionda en miles de kilómetros, de modo que también para las motos sean quitamiedos. Aún hay mucho por hacer, pero se ha empezado.

    La desgracia de Roberto ha eclipsado la pequeña tragedia amorosa de Paco, dudo hasta que Mar fuera de si de dolor haya sospechado algo.

    Besos valientes.

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