El texto no tiene desperdicio...siempre escuchamos, leemos y pensamos sobre las opiniones de los infantes hacia "sus majestades los 3 reyes magos de Oriente"....¿pero que ocurre al otro lado de la ilusión?....¿que piensan, que dicen y que escriben "sus majestades"?, los de verdad....
ja,ja,ja....
Pues aquí va una prueba de lo que su Majestad el Rey Baltasar cuenta en una de sus cartas....
Y entre tanto....sed todos y todas muy buenossssssssss...por que ya queda poquito para la Navidad...ja,ja,ja...
Besos reales!.
ARWEN
Queridos súbditos de la gleba; queridas bellas mozas en edad de merecer:
¿Qué tal estáis? Yo de cine.
Cuentan las Sagradas Escrituras (evangelio según San Mateo, capítulo 2, escalera C) que hace cosa de dos mil años del ala unos magos de Oriente liaron sus bártulos y viajaron a Jerusalem para adorar y rendir tributo al niño Jesús. No era una empresa fácil, ya que el tren de alta velocidad todavía no se había inventado y no se podía apelar ni siquiera al recurso del patinete o del pataleo.
Además, por aquel lejano entonces la ruta de la seda estaba atestada de bandidos que, al no haber podido desempeñar su labor profesional en la agencia tributaria, aprovechaban la menor oportunidad para desvalijarte la mercancia y dejarte más mondo que la calva de un monje budista.
Por si todo lo anterior fuera poco, viajar sobre la giba de un camello durante meses era verdaderamente incómodo, terminabas con el pompis hecho cisco. Yo era -y todavía sigo siendo- uno de aquellos míticos y misteriosos magos a los que acabo de hacer referencia.
Desde entonces y durante incontables generaciones -se puede decir con seguridad que ya somos más viejos que Matusalem- hemos repartido regalos a los niños (buenos) de la Cristiandad, aprovechando nuestras habilidades paranormales. Éramos felices y comíamos perdices mientras regalábamos cosas a los niños que no habían hecho enojar al Santo Oficio durante el año anterior, ya que con el andar del tiempo eran los pajes reales los que se iban ocupando del trabajo verdaderamente duro, dejándonos a nosotros las cuestiones meramente protocolarias. Pero en el momento más inesperado ocurrió nuestra desgracia definitiva, la que nos ha catapultado al ostracismo: Papá Noel -a la sazón un completo desconocido que nadie sabe de qué casquete del Polo Norte salió- entró en escena para hacernos la competencia.
En un principio no le prestamos demasiada atención. Por un lado, nos pasábamos el día en el casino dilapidando nuestro patrimonio y no pensábamos en prácticamente nada más. Por el otro, sólo se trataba de una bola gorda y bizca que habla como un niño de dos años. Sin embargo, la bola bizca no tardó en arrebatarnos cuota de mercado año tras año, hasta el punto de que actualmente Papá Noel es el verdadero rey de la Navidad. Negar la evidencia sería una estupidez por nuestra parte, pues la realidad es la que es: a día de la fecha mis amigos Gaspar, Melchor y servidora ocupamos un reducto residual en el imaginario colectivo, mientras que Papá Noel es el galán que se lleva siempre al huerto a las chicas guapas. Tal como suele decirse por estos lares, Papá Noel es un auténtico hideputa.
Yo por mi parte no le guardo rencor alguno. Al revés, considero que el libre mercado y la libre competencia son buenos para todos, en especial para El Corte Inglés. Y la tarea de Papá Noel no podía ser ninguna excepción. Por eso, cuando se me propuso prologar esta novela “basada en hechos reales” acepté sin dudarlo un momento. De hecho, cuando ya había leído las diez o quince primeras páginas del primer borrador me di cuenta de que nos encontramos ante una obra cumbre de la literatura universal, que con el andar del tiempo se convertirá en un clásico de la posmodernidad. Sin temor a exagerar creo que nunca se había escrito en la Corona de Aragón una obra semejante.
El libro que tienes en las manos es un cofre de las maravillas, una isla del tesoro -sin Stevenson ni gaitas- que te llevará a conocer las interioridades de un ser excepcional (Papá Noel) durante una noche también excepcional: la Noche Buena. Sin embargo, también descubrirás que en nuestra ímproba tarea de regalar cosas no todo es de color de rosa: hay gente mala que odia la Navidad y que quiere acabar con nosotros. Gente realmente maléfica y turbadora, que sólo piensa en dar por saco al prójimo y aumentar el saldo de su cuenta corriente (bueno vale, esto último también lo hacemos nosotros; lo confesamos). Pero aquí echo el freno y me paro, porque no quiero desvelar antes de tiempo el hilo de la trama de la novela, los ejes cartesianos de un enigma que, por primera vez y sin que sirva de precedente, no es de Dan Brown ni de la madre que lo matriculó.
La historia de Papá Noel, con sus luces y con sus sombras, con sus sístoles y diástoles, con sus sobredosis de bendita y sana locura, te espera mucho más allá de la siguiente esquina. Al cruzar -a lomos de Rocinante y con un par- el Rubicón.
(Por cierto, ya sé que no viene a cuento y que posiblemente estoy meando fuera de tiesto, pero ya que el Éufrates pasa por Valladolid aprovecho la ocasión para efectuaros una súplica desesperada: basta ya de pedirme Playstations 4 y XBOX 1440. Que siempre me pedís lo mismo y me tenéis aburrio. No seáis malas personas, anda.)
Calcuta, diciembre de 2009
...Pues a mi me han dicho por ahí...las malas lenguas...claro está...que algunos reyes magos...como el Rey Melchor...dan conciertos de rock y graban singles....¿será verdad?...ja,ja,ja.....
ResponderEliminarBesazos pre-concierto.