Con la nariz pegada al cristal, los ojos juntos, las pupilas dirigidas hacia el mostrador, las manos apoyadas en el escaparate y la boca encharcada casi tanto como sus ojos, el niño sin chocolate lame con furia el frío vidrio, mientras su padre babea un viejo cartón de vino dos calles más arriba. ¿Y a quién le importa el pobre niño?, es sólo un crío más tendido por esas esquinas, vagabundeando todo mocos y miseria, a la deriva de una vida prestada y consentida. Y los demás pasean por las calles, miran hacia otro lado y compran chocolatinas y bollos en el local de los cristales lamidos y sonríen y conversan y ciegan sus ojos en ciertas esquinas para no tener que ver a los hijos de la miseria.
Y qué más puedo añadir, si en nuestro mundo plagado de humanidad deshumanizadora habrá cada vez más niños como este...
ResponderEliminarSaludos.
Qué verdad y que tristeza!
ResponderEliminarUn zarandeo a las conciencias, ¿no podemos hacer nada?, yo creo que sí...
Saludos
Y esto es así y lo hacemos todos y no nos damos cuenta hasta que lo leemos...
ResponderEliminargracias, estos recordatorios nos hacen falta y muncho!!!
Besos abisales
Rita Levy, socióloga centenaria, comentaba en una charla que desde luego el mundo es terriblemente injusto, pero debernos levantarnos cada mañana con la idea de que eso no es así y lucharemos, cada uno a su nivel. para que nunca lo sea.........
ResponderEliminarGracias Calados.
Mirar hacia otro lado; hacer que no se ve.
ResponderEliminarMaldita sociedad hipócrita.
abrazos!
concdecandela.blogspot.com