Traspaso el umbral de la puerta y le lanzo mi saludo, un hola con la melodía de una cantinela y escapándose al encuentro me devuelve el eco de su risa pillina. Pero él sabe que no tiene escapatoria y espera agazapado en el sofá la emboscada que le tengo preparada. Me reciben esos ojillos achinados por la risa y el cuerpo encogido por la vergüenza. Prepara su estrategia de guerra, se revuelve como una anguila para esquivar mis besos e inicio mi contraataque, una batería de cosquillas que apuntan a su mismísima línea de flotación, las costillas. Queda desarmado por las risas y se encuentra vulnerable por los divertidos espasmos y no puede más que caer rendido a mi cariñoso saludo. Para firmar el armisticio le exijo solo una capitulación, un gran abrazo de oso.
Una agradable y tierna sensación
recorre mi cuerpo, rodeado de sus pequeños brazos a mi cuello y de
sus piernas en precavido placaje en mi cintura. Siento su cuerpo un
apéndice más del mío, tal cual fue, en no tan reciente pasado,
dándole toda la protección, todos los cuidados a través de mi
cuerpo, unido a mi como nunca lo estará ya.
Al grito de “nos vamos”, se
desembaraza de mí y corre a coger su abrigo, le arropo bien para
protegerlo del frío viento de la calle y nos dirigimos al coche, sin
desvelar nuestro destino, el centro de salud. Ha llegado el momento
de la vacunación, que no me pille desprevenida ninguna enfermedad
que podamos evitar, así que le proporcionaremos a sus defensas una
buena trinchera, donde esos pokemons luchadores podrán repeler a esos
malvados microorganismos.
Con ese mismo instinto de protección
le siento en su sillita infantil y le abrocho sus arneses, convencida
que ante una frenada brusca o accidente, ni el más grande de mis
abrazos de oso podría retenerle en mi regazo, de modo que delego mi
protección en ese artilugio con cinco puntos de anclaje, el mejor
de los pulpos que aunque cojo, le aferrará a la vida.
Asumo que el cordón umbilical ya no
nos une, que es una personita con derecho a su espacio, a la
conquista de su independencia, así que inmediatamente deseché la
idea de atarlo conmigo compartiendo cinturón de seguridad, asustada
de poder verlo convertido en mi airbag y aplastado como un una mosca
contra un cristal.
Al llegar al centro de salud, lo recojo
en mis brazos desde el lado de la acera, la mejor plataforma de aterrizaje y evito el lado oscuro por el que me puede atacar desprevenidamente la estrella de la muerte. Suerte que las clases de Pilates me ayudan en esos estiramientos para sacarle de su silla, ya que le he colocado en el asiento central, es el más seguro según los entendidos.
Por ahora estoy en forma y subir y bajar del coche llega
a ser un entretenido juego, ahora bien no creo que le guste tanto
jugar a médicos, cuando sienta la aguja en su bracito. Bueno, bueno,
eso no pasa todos los días, ¿verdad?
Queridos Calados y Lectores, quiero
pensar que no sucederá esto todos los días, es una muestra de la
irresponsabilidad elevada al cubo, el niño suelto en los asientos de
atrás, puede abrir la puerta solo y después de la milagrosa no
tragedia, lo sube a su regazo en el asiento delantero. Suerte torera, burlando a la muerte.
Besos de Las Gemelas del Sur.
Dios mío, las imágenes pone los pelos de punta!. Pero estos locos cómo pueden estan al cargo de niños?uffff
ResponderEliminarSaludos
Ufff pues pienso como Logan y Lory cuanto pillado va suelto por ahí.
ResponderEliminarUn abrazo gemelicas.
Ufff me habéis traido recuerdos enternecedores... un besito enorme chicas y como dicen el resto de los tertulianos el vídeo es horripilante... :S
ResponderEliminarBesos a pares Gemelas.
Llego a tiempo para leeros!! si... uy cuanto me he perdido,empiezo por esta buena entrada y con vuestro permiso me quedo deleitandome por aquí.
ResponderEliminarFredysaludos.
Joderrrrrrrrrrrrrrrrr, de verdad que hay gente que tendría que estar inhabilitada para todo.
ResponderEliminarBesos.
Genial moraleja gemelas, en el coche hay que ser siempre muy precavidos, más cuando se va con niños…
ResponderEliminary los del vídeo que le quiten la custodia ya, madre mía¡¡¡¡
Dirty saludos¡¡¡¡¡¡¡¡¡
Logan y Lory tengo el convencimiento que estas personas tienen niños como si fueran un accidente en sus vidas, sin el menor atisbo de responsabilidad.
ResponderEliminarBesos a pares.
Sombra haberlos, haylos y esperamos que cada vez sean menos. La legislación ahora está más seria, si hubiera resultado herido o muerto el niño, podrían haberles acusado de un delito y tendrían que responder ante un juez.
ResponderEliminarSe merecerían una temporadita a la sombra, reconcomiéndose en su culpa por la perdida de su hijo.
Besos y besos.
Ay! Arwen ese instinto de protección que nos impregnó hasta la médula, nos perseguirá hasta saber cuando....le seguiremos recordando cuando sean adultos..."no te olvides del cinturón" sino el pitidito impertinente de la lucecita del salpicadero del coche te irritará más que yo.
ResponderEliminarBesotes.
Hola, Fredy, cuanto tiempo!!! Te hemos echado de menos por este territorio Calado. Adelante sírvete, esta es tu casa.
ResponderEliminarBesos Calados.
Estamos contigo Toro. Con esta muestra imagina como será de irresponsable también su conducción por las carreteras y calles. Un kamikace.
ResponderEliminarUn abrazo.
Cierto Dirty, hay que conducir con los cinco sentidos y un sexto la intuición y aún así por lo que pueda pasar, atarse bien el cinturón, confiar en los airbags y en la resistencia de nuestro habitáculo.
ResponderEliminarTampoco estaría mal hacerles pasar por un curso acelerado de reeducación, necesitan un reciclaje ya, pues como mínimo tienen una ignorancia supina sobre las consecuencias de su irresponsabilidad.
Besos prudentes.
La verdad es que es impactante, se ha librado por poquito el "nano". Desgraciadamente se iba avanzando y ahora, en nombre de una crisis de origen y desarrollo más que dudoso, vamos a perder mucho de los construido...lástima.
ResponderEliminarEstupenda elección Gemelas.. Un abrazo
...que irresponsabilidad...y que milagro que el niño saliera ileso -menos mal-.
ResponderEliminarToda prudencia es poca. Muy buena e interesante entrada.
Abrazos.
Ramón
Yo también lo veo, Latour, esta crisis puede privar a más de una familia el poder adquirir una sillita para el coche en condiciones. Una vez más deberemos contar con la solidaridad de otras familias que tienen ya a sus niños crecidos y pueden cederlas. ¿Quién se atrevería a gestionar este acto de altruismo?
ResponderEliminarBesos a pares.
Cierto, Ramón, necesitamos todos los sentidos y alguno más, cuando hay niños por medio, son imprevisibles y muy impulsivos.
ResponderEliminarNo confiemos en los milagros, pero si en educarlos en la prevención y conseguir que ellos colaboren y entiendan las razones y medidas para ser prudentes.
El atarse a la silla, debería ser un hábito como el lavarse los dientes.
Besos