Nunca llegó a ser consciente de ello, de su función, de su destino en la vida. Ni si quiera llegó a saber si la poseía. Vivía frente a un restaurante de atmósfera puramente olfativa, caótica por la gente que noche sí y noche también acudía a por la dudosamente digerible ración de fideos, empanadillas, arroz y demás “delicatesen de baja cousine (made in china)”. Miles de manos pasaban por ella, y sin rechistar, ofrecía lo que sus clientes querían. Personas desesperadas, hartas de la urbe, optaban por salir de un profundo y complejo agujero. Por lo cual, dentro de sus limitaciones, ella sabía cómo satisfacer a la gente, y siempre lo hizo con la perfección que tan sabiamente se adquiere con los años... aunque para su débil memoria, siempre lo había hecho de la misma forma. Su manera de ser, quizás, era demasiado sencilla, nunca se negaba a nada, sus clientes (vamos a llamarlos así) se acercaban a ella con la confianza de un usuario frecuente, ofrecían su dinero y ella los liberaba en tan solo unos segundos. Aún así, nadie pareció quererla ni apreciarla lo suficiente como para expresar correctamente su gratitud por tan servicial oficio.
Nadie, excepto un hombre.
Un hombre cuya vida más allá de “ella” poco nos puede interesar, porque nada más hay para contar. Nunca se atrevió a utilizarla, engañarla, ni siquiera a pedir sus servicios. Pero cada una de las 24 horas del día las empleaba en protegerla. En secreto la amaba y nunca se atrevió a decírselo, en secreto la protegía y nunca se atrevió a confesarlo, en secreto... en realidad no era ningún secreto. Todo el mundo lo sabía excepto ella, todos sabían lo que sentía aquel hombre, lo mucho que se esforzaba por evitar que algún indeseado la maltratase, insultase o engañase.
Todos... excepto ella.
Resultaba fácil saberlo, el sexto sentido que había desarrollado era sumamente interesante: nada más mirarte sabía cuáles eran tus intenciones, si eras la persona adecuada, en caso contrario, te expulsaba, evitando problemas así como personas non gratas. Su vigilancia era igual de continua, o más, que las fervientes demostraciones de amor no correspondidas... Pero todo quedaba en aquel sentimiento nacido entre olores y clientes.
Un amor eterno y ciego, tanto como lo fue su amada, que nunca se desvaneció. Y ella, impasible a todo ese fluir de hormonas, siguió satisfaciendo a todos, menos a él. Porque claro, quien si no iba a quererla.
Era inimaginable, insensato, imposible!
... que un hombre, un vigilante de seguridad…
… amase alguna vez…
… a una máquina para sellar tickets del parking.
Que orgullo eso de aparecer en todo un TOP 5.... FELICIDADES AL EQUIPAZO DE CALADOS!!!
ResponderEliminarUn ABRAZO A TODOS!
Ja,ja,ja...todo un honor y una sorpresa la verdad! y felicidades a ti también que vas en ese pack-autor-Calado.
ResponderEliminarPor cierto un relato profundo, conmovedor y con un punto final de humor "agridulce" fantástico.
Enhorabuena por tu historia! ;P
Besos.
Arwen
que gustos más raros... Y cómo se denomina a ese tipo de filia¿?
ResponderEliminardirty saludos¡¡¡
pfff... a saber... "makinatickefilia"? por poner algo jajaja.
ResponderEliminarJa,ja,jaj,aj,aj,ja....xTo eso suena más raro que la zoofilia...ja,ja,ja,ja,ja....
ResponderEliminarVaya tela!!!...xDDDDD
XDDDDD
ResponderEliminarSi, xo la zoofilia da un pco más de repelus... al menos la maquina ni siente ni padece (vaya no, demasiada tela!!)
ResponderEliminarJa,ja,ja...pobre máquina!!!...xDDDD
ResponderEliminarVeremos en breve si la máquina es capaz o no de sentir...¿¿¿????...ja,ja,ja,ja....
Diríamos que un amor platónico con un poco de necromancia, ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja, muy bueno Xto
ResponderEliminarNecromancia???....por favor vuelve a releer el relato... ^^
ResponderEliminarUna historia de amor, no correspondida, con tintes de locura y de sueños furtivos. Preciosa historia como he dicho al principio. ;P