El concepto de naturaleza muerta surgió en
Holanda a mitad del siglo XVII, como una necesidad derivada de la tarea del
inventariado de cuadros. En su origen holandés, “stilleven”, no significa otra
cosa que “modelo inerte”, “naturaleza inmóvil”. Un siglo después se empleó en
Francia por vez primera el término “Nature Morte”, para designar las pinturas
de las “cosas inanimadas”, de “objetos inmóviles”.
Pero ¿cuándo las cosas dejan de ser lo que
son para convertirse en lo que hacemos de ellas?
Las cosas inertes, según en qué manos acaben,
a veces y sin saber bien porqué, cambian su sentido, adquieren una nueva
esencia. Se transmutan y reciben una nueva identidad.
Así, en un día cualquiera, mientras traslado
lejos de mi vista los patéticos restos de una planta navideña, decido que una de sus resecas hojas deje de ser parte del mortecino
despojo de una poinsetia trasnochada. De pronto, pasa a ser una especie desconocida de
pupa de algún extraño insecto ignoto e innombrable.
Encuentro además no una, sino varias, y
pronto se transforman en una poco nutrida pero inquietante invasión de ignorada procedencia y de
ocultas intenciones, retorcidas en caprichosas espirales, en pugna por encontrar su lugar sobre un fondo de madera veteada y bajo un horizonte con aspecto de
vidrio mojado.
Lo que surge de este encuentro es parte de un
imaginario personal, trazado desde la realidad pero ajeno a la misma, inquietante,
distante y extraño a los sentidos y a los prejuicios, creado o recreado sólo en
la mente de quien lo construye. Lo que surge del momento en el que las hojas
muertas y el fotógrafo coinciden es una realidad distinta de la que fue, lejana
de su significado primero, ya incluso olvidado. Una realidad cimentada en
metáforas enajenadas, encajada entre decisivos milímetros e infinitesimales orientaciones de su tallo o del sentido de sus curvas, todo
ello mientras los elementos se ordenan en el espacio y adquieren su nuevo
significado.
Pero, ¿cuál es la verdadera naturaleza de las
cosas inertes? ¿Cuál es la verdadera naturaleza de una naturaleza muerta?
Desde luego que lo es el placer de quien la
imagina, de quien la construye y la recrea y puede ser, de quien la contempla.
Quizá también su naturaleza es el propio acto creativo del que se empeña en
provocar un cambio en la esencia de las cosas, efímero y sin embargo, capaz de
otorgarles deseo de inmortalidad, y de concederles un protagonismo, quien sabe, tal vez mayor que el tuvieron siendo lo que eran antes de ser, simplemente, elementos de una
naturaleza muerta.
Así los objetos inanimados pueden tomar en
nuestras manos significados diversos, a veces, sorprendentes. A veces,
absolutamente disparatados.
Nada es lo que parece, quizá las cosas no son sino que aquello que uno quiere ver en ellas.
Las cosas, en una proporción pequeña son lo que son y el resto, lo que vemos en ellas, al menos eso es lo que me dice mi visión de esas hojas desterradas..
ResponderEliminarUn saludo
Al menos en una parte las cosas descontextualizadas pierden su identidad. "Hojas desterradas...", una bonita manera de verlo.
ResponderEliminarGracias Gemelas.
Anonadada me has dejado, no sólo por la foto sino por el texto. Ese ritmo, tan espiral como las propias hojas, y ese léxico, brillante y rico. Las cosas, a veces, nos enamoran y nos atrapan. Muy bueno.
ResponderEliminarBueno, viniendo de tí, todo un piropo que agradezco sinceramente.
ResponderEliminarMuchas gracias Amparo!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarPreciosa! Me han parecido gusanos de seda!
ResponderEliminarGusanos, a mí también me lo parecieron. O casi.
ResponderEliminarY pensar que todos los hemos tenido de pequeños...
Gracias Laia!!
Con tu fotografía y tus palabras ofreces una nueva realidad a elementos que ya formaron parte de otro momento, de otras circunstancias.
ResponderEliminarRelativizar nuestra percepción es crear imaginación y así sucesivamente...
Mi visión, la tuya, la de cualquiera construyen cualquier situación imaginaria que puedan , quieran revivir o recordar.
Enhorabuena Emilio, muuuuuuuy interesante!!!
Cierto es lo que comentas. Es poderosa la fotografía porque juega con el tiempo, con el recuerdo y la memoria, mezcla pasado y presente y lo lanza a un futuro eterno que es siempre pasado, y lo mismo con la semántica visual de lo que registra, es un extraño bucle que me apasiona, es la metafísica de la imagen..., o algo así.
ResponderEliminarMe alegra te resulte interesante, sin duda lo es, o al menos a mí me lo parece.
Gracias Latour.
La naturaleza muerta no me gusta mucho pero tu foto sí.Es una fotografía de un gusto exquisito y de una imaginación promiscua. De momento me parecieron crisálidas y con la promesa de ser mariposas acentuando sus colores ya me las imaginaba volando. El comentario sin desperdicio y siempre en el interior del mismo un alma soñadora. Gracias. Chelo Mondeja
ResponderEliminarBueno, sólo puedo agradecer esas palabras llenas de ese cariño tuyo tan especial. No desesperes, me da que algun día de estos verás volar esas mariposas..., o lo que quiera de salga de "ahí dentro".
ResponderEliminarGracias Chelo!!