lunes, 8 de diciembre de 2014

LA GATA SOBRE EL TECLADO. El hijo pródigo.



Los que hemos tenido una educación cristiana, conocemos la parábola del hijo pródigo. En esta parábola se cuenta que un hombre tiene dos hijos, y el más pequeño de los dos le dice que ya va siendo hora de que reparta la herencia. El padre así lo hace. Con el dinero en la saca, el hijo pequeño no tarda en irse de casa. Entonces comienza una vida de excesos y despilfarros. Meretrices de buen ver, buena comida y amistades peligrosas. Se lió el chico con cuantas titis descaradas se encontró a su paso en aquella tierra que después llamaron santa. Y cuando se fundió todo el dinero que su padre le había entregado y estaba en la puta miseria, volvió a casa. No porque estuviera arrepentido, sino porque no había otra.
El padre, al verlo, se tornó loco de alegría. Le abrazo y organizó para él un banquete de lujo, haciendo sacrificar en su honor al cordero mas hermoso de su rebaño.
Así las cosas, el hijo mayor que había permanecido junto al padre todos aquellos años haciéndose cargo de la hacienda, le dijo a éste que aquello no estaba bien. Le expuso claramente que él había estado a su lado durante la ausencia del hermano, doblando el lomo, madrugando, cuidándolo, y que nunca le había organizado un banquete ni había matado un cordero en su honor. El padre le contestó que él siempre había estado y su hermano era el hijo que había perdido y había vuelto a hallar.
Vaya. Perpleja me quedo. La doctrina Cristiana da una explicación singular a esta parábola afirmando que, por una parte, es una respuesta a las críticas de los escribas y fariseos, y por otra, un reconocimiento de la misericordia y la compasión de Dios hacia los pecadores. Igualmente, la doctrina judía reproduce esta parábola y da a la misma una explicación completamente diferente. Dentro del judaísmo nazareno, esta parábola simboliza el retorno de la casa de Efraim. Las diez tribus pérdidas de Israel y su unión final a la casa de Judá.
Pero veamos ahora qué dice el sentido común. En esta historia, entendida  como simple relato, el padre es tonto.  No ha sabido apreciar el esfuerzo del hijo mayor, del que ha permanecido junto a el, del que probablemente se ha visto privado de los placeres de la vida por cumplir con sus obligaciones cotidianas.
Por el contrario, le ha montado el gran sarao al hijo que ha dilapidado su herencia, al que se ha tirado cuanto se movía frente a el, al que se ha movido en círculos poco aconsejables. El hijo pequeño es sin duda un pequeño Nicolás bíblico, un aprovechado de la vida, un cantamañanas, y probablemente, un tío con cierto carisma. Vuelve a casa no porque se siente  arrepentido sino porque no le quedan mas narices, porque se muere de hambre, porque se niega a trabajar en una granja de cerdos. ¿Un banquete, un anillo, el mejor vestido? Una buena hostia es lo que merecía ese tunante de tres al cuarto que no hace sino aprovecharse de la bondad de los demás. ¿Y que podríamos decir del hermano mayor? Sin duda es un buenazo, un cándido bienintencionado, una de esas personas que creen que el esfuerzo y la fidelidad le serán recompensados en vida. ¿Y con qué se encuentra? Con la decepción de saber que, aun estando siempre en la brecha, el padre no valora su esfuerzo perseverante, y el hermano, menos.
La parábola termina ahí pero yo me hago varias preguntas que a lo mejor alguno de vosotros osa responder: ¿Qué hizo el hijo pródigo después del banquete? ¿Se largó a vivir su vida o por el contrario, se puso a cuidar el ganado? Y otra propuesta mas inquietante, ¿Qué hizo el hermano mayor después de este suceso? ¿Se fue a gastarse su parte de la herencia como había hecho su hermano, o se quedó cuidando de la hacienda por los siglos de los siglos? No se. Estas historias bíblicas siempre acaban confundiendo mis neuronas. A ver si alguno de vosotros aporta alguna idea. 

Nota de la gata: el magnífico cuadro que acompaña estas letras es "El Hijo Pródigo", de Bartolomé Murillo. 

17 comentarios:

  1. Me ha encantado el desarrollo de la parábola porque yo, desde pequeña, siempre la vi injusta pero ... nunca me atreví a decirlo, pensaba que yo no tenía razón. Ahora me envalentono al leerte y digo que es un mal ejemplo. El padre, simplemente, debía perdonarlo y ponerlo a trabajar a las órdenes del hijo mayor. A que siii !?

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    1. Desde luego Trimbolera. Es normal que cuando el hijo que no suele estudiar saca un 6 te alegras más que cuando el hijo voluntarioso saca un 9, pero es injusto a todas luces. Porque un banquete es un premio, y aún si te alegras por el "regreso" `del hijo pródigo, no es para tirar fuegos artificiales. Como bien dices, debía perdonar`lo y ponerlo a trabajar a las ordenes del hijo mayor, a ver si así aprende a valorar las cosas.

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  2. A los buenos días. Pues yo creo que, como toda parábola y dejando a un lado las funciones cuadráticas, no es más que una historia con moraleja. En este caso, y como padre que soy, lo veo claro: un padre (o una madre) siempre acaba perdonando los desaguisados del hijo más gamberro, caso que lo haya. En ese contexto, la fiesta y todo lo demás no hace más que poner el acento en ese hecho tan simple. Y ya luego cada uno saca a estas cosas la punta que desea. Por ejemplo a las preguntas que te haces: cada uno contará la feria según le vaya y así lo hará constar en sus interpretaciones.

    Saludos

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    1. Si, Valaf. Como padres que somos, entendemos la reacción del padre, su alegría y su gozo, pero no entiendo el premio. El premio se lo merece el voluntarioso, el fiel, el responsable. De lo contrario, al final, los "malotes" son los más festejados. De todas formas, a las preguntas que me hago, pienso que el hijo mayor seguirá en la brecha y el pequeño, cuando se le pase el arrepentimiento, volverá a las andadas. Pero eso nunca lo sabremos.

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  4. Me has hecho reir con esta versión "al pan, pan y al vino, vino".
    No sé qué probabilidades hay de que el pequeño entre en el redil y el mayor tire por la calle de enmedio. Carácter, circunstancias, casualidades, etc. se mezclan en combinaciones mil. Pero el personaje que más me interesa es el hijo mayor. Si su comportamiento responsable, ejemplar, se basó en un convencimiento profundo, el dia a día no fue vivido como un sacrificio; o dicho de otra forma, el esfuerzo compensó porque era el único camino posible, el que le dejaba con la sensación de haber hecho lo correcto. Y así, lo que hiciera su hermano, su regreso y la enorme bienvenida que le regaló el padre, su alegría, no iría en detrimento de la suya propia, sino que la compartiría. Sus motivos no varían en función de lo que se le dé a cambio ni de lo que haga el otro.
    Sin embargo, si lo que hizo fue por obediencia ciega y vivió amargado todo ese tiempo, si pensó cien veves en largarse mientras trabajaba a golpe de cabreo, pasa a la categoría de gilipollas al que se le ha pasado la vida haciendo lo que le mandaban. Ni se sintió bien, ni disfrutó, ni se ubicó jamás.
    Y si su vida fue un ir y venir entre el convencimiento y la sospecha de estar haciendo el gilipollas.... entonces se parece mucho a la mayoría de nosotros, no?
    Me ha encantado.
    Un abrazo.

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    1. Y a mi me ha encantado tu comentario. Yo fui educada en el cumplimiento del deber, y así, poco a poco, encuentras satisfacción en el deber. Si embargo, ello no obsta para que te des cuenta de que te has perdido otras cosas, y al final te miras al espejo y ves que, efectivamente, se te ha hecho cara de gilipollas. Y lo que es peor, sabes que volverías a hacerlo.

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  5. Lo único que te puedo decir, haz el bien y te sentirás bien...el resto son cuentos, y no es porque te tirás a todas las tías del barrio que vas a ser feliz!!!!
    Un abrazo

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    1. Ahí está el quid de la cuestión, en cuando hacemos el bien aún a sabiendas de que no seremos recompensado s, porque yo todo eso de que el universo te dará cuanto necesites no me lo creo ni harta de vino. Gracias, encarna, por tu comentario.

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  6. Gana mucho esta historia en tu versión ¡dónde va a parar!
    Dejo de lado cualquier cuestión religiosa y tomando esta versión que podemos aplicarnos aquí y ahora y en la China y cualquier otro tiempo, te digo que estoy contigo: es injusto, lo mires como lo mires.
    Alegrarse por el hijo que retorna es comprensible, premiarlo e ignorar el comportamiento del mayor no.
    Y seguro que todos conocemos algún ejemplo cercano.

    Besos



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    1. Hola Jara. Desde siempre me ha llamado la atención esta parábola, pero hubo un tiempo en el que no me hubiera atrevido ni a pensar otra versión. Pero, desde luego, el comportamiento del padre es comprensible pero no aceptable. Y ejemplos ahora mismo se me ocurren a montón. Estamos acostumbrados a no valorar las fidelidades y las constancias. Ya bes hora de empezar a pensar de otra manera. Y a ver cuando nos cuentas tu último viaje.

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  7. Me pasa lo mismo que a tí: siempre le he tenido una tirria tremenda al hijo(puta) pródigo.
    Salu2 a raudales.

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    1. Es que encima que es un truhan, lo premian. Malas enseñanzas que no comparto. Y los mismos raudales de saludos van para ti.

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  8. Los padres/madres no lo podemos evitar, por encima de la lógica se encuentra el amor de madre/padre, casi diría más de madre, que la historia oculta y nos volcamos con los hijos "descarriados" o que necesitan más protección o atención. Estoy segura que sus hermanos lo entienden e incluso participan de esa preocupación. Intentamos educar a todos los hijos por igual, pero todos somos diferentes y el resultado no es el mismo.

    Entiendo que el hijo prodigo ha sido recibido con demasiado refuerzo positivo, ni tanto ni tan calvo.

    Buen espíritu crítico en estas lecturas moralistas.

    Besos.

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    1. Pienso que la parábola desmotiva por completo al hijo que no se ha descarriado. Y en cuanto a lo que dices pde que los hermanos lo entienden, ahi si que no te doy la razón. Creo que lo único realista de la parábola es la reacción del hermano mayor, que seguramente ha tenido que hacer el trabajo del menor durante todo el tiempo que el hermano ha estado desaparecido. sigo pensando que el refuerzo positivo tiene un límite y aquí se han pasado dos pueblos.Abrazos.

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  9. Me cuesta, pero no quiero dejar pasar la oportunidad de decirte que tu reflexión sobre la parábola me ha hecho sonreir. Siempre me han parecido, posiciones y actitudes cuando menos, llamativas, si no directamente incomprensibles..., ahí lo dejo.

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    1. Si te he hecho sonreir en las circunstancias que vives, me doy por satisfecha. Se valora la conducta de los malotes que se redimen y no la de los que siempre han estado al pie del cañón. Muy mal.

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