lunes, 9 de junio de 2014

LA GATA SOBRE EL TECLADO. El carrito de los chambis



Eran otros tiempos. Veranos largos y ardientes. Tardes de siestas y paseos gratos entre los campos de olivos y vid. Eran otros tiempos y yo, aunque no lo creáis, era delgada y muy mona. Tenía el pelo de color castaño caoba,  y lo llevaba largo y recogido a menudo en dos trenzas. 
En aquellos verano de antaño, que hoy no sé por qué recuerdo con una intensidad perturbadora, los días eran felices e intensos. Pero hacía mucho, mucho calor. Nuestra casa del pueblo, construida en 1826, era como un fortín. Con ventanas pequeñas y altas, el sol acosador se quedaba fuera, resecando aún más las calles que aún eran de tierra. 
Cuando por las tardes el sol cedía un poco salíamos a jugar. Con las batas de popelín y las zapatillas que nos habían comprado en Pascua y nos debían durar todo el verano. Los días de tormenta -por aquella época aún llovía de vez en cuando-, nos reuníamos en la sala de lectura de la primera planta y contábamos historias de apariciones y fantasmas, historias que nos daban pavor y nos mantenían un buen rato al borde del sobresalto. Las tardes que lucía el sol planeábamos pequeñas gamberradas, no muy inocentes, como era tirar boñigos aún calientes a las entradas de las casas, mientras las señoras de rulos en pelo nos perseguían con las escobas en la mano. Debo advertir que, por aquellos días, también había mulas por las calles, de lo contrario la trastada no hubiera sido posible. No penséis que éramos malos, éramos niños que se inventaban jugos y juguetes en un tiempo en el que aún no habíamos sido invadidos por los robots cibernéticos. 
 Los domingos,  en los que el sol casi siempre era  justiciero, nos vestían con el traje de corte evasé de ligero encaje, calcetines de perlé y sandalias blancas. Y nos llevaban a la iglesia con un velo  de tul suave cubriendo nuestros cabellos y el misalito Regina en la mano.  La misa era en latín, así que no entendíamos nada, sólo estábamos deseando salir a corretear por la plaza. Por aquel entonces -años 60, plena dictadura-, los veranos eran largos y ardientes y estábamos todos: el papá, la mamá, los tíos,  los primos... una gran familia que se reunía después de misa para debatir en torno al sermón del domingo. Mientras, Rosa, la sirvienta de mis tías, hacía agua limón para todos los niños en un cachivache manual cuyo nombre ya no recuerdo, y lo servía en el patio, junto a los geranios y las margaritas. Por las tardes, había concierto de la banda del pueblo, sobre el tablado de madera azul. Y era entonces cuando llegaba el carrito de los chambis empujado por el heladero que anunciaba a voz en grito "al rico helado". Chambis de fresa, de vainilla o de chocolate, helado envuelto en un crujiente barquillo que los niños devorábamos mientras la música llenaba la plaza y las pandillas de chicas y chicos adolescentes se subían a la carretera a pasear y a flirtear. 
Eran otros tiempos pero hoy, probablemente por el sol que cae a plomo, los he recordado con nitidez. y, aunque no lo creáis, yo por aquel entonces era una niña delgada, alegre, fantasiosa y feliz. Un poco más tarde, a los doce años, comencé a escribir.
Y aún no me he detenido. 

P.D. Acabo de oír que alguien ha susurrado "Pues no has llegado muy lejos". Serás cabr...

10 comentarios:

  1. Pues a mi me han encantado tus recuerdos porque a la vez he ido recordando los míos. Que importa lo que digan, es bueno recordar si se escribe así de bien. Gracias.

    Besos.

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    1. Gracias a tí, Rafaela. es buenos escribir los recuerdos por si algún día no podemos recordarlos. Y, por cierto`, al releerlo me ha dado la sensación de que estaba refiriéndome al siglo XVIII, pero eran los años 60, tan lejanos y tan cercanos.

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  2. Qué bonito Amparo.
    Los recuerdos de la niñez... ese tiempo blanco y desnudo en el que las sensaciones se viven sin más. Creo que se recuerdan las mieles más que el dolor o la decepción. Extrapolamos la belleza en forma de ilusión y se nos dibuja una sonrisa de ternura.
    Tener la capacidad de crear, encontrar la forma de expresar, en tu caso con las palabras, lo considero un privilegio. Disfrútalo y sigue haciéndonos disfrutar.
    Un abrazo.

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    1. Gracias Nepalí. eso intento, disfrutar escribiendo y haceros vivir mis propias sensaciones. La niñez es ese tiempo seguro en el que los demás se preocupaban de tus problemas, te querían, vivías como una pájaro, libre y feliz. Luego, vida hace una larga jornada de puertas abiertas y te muestra otros lados más oscuros. Pero lo vivido, ahí está, en nuestra memoria.

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  3. Qué entrañable. ¡Y qué ricos estaban los helados!

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    1. Eran otros tiempos, pero aún recuerdo el sabor de los chambis aquellos calurosos domingos de verano. Gracias por tu comentario.

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  4. Siempre reconforta de vez en cuando el recordar los buenos momentos de ese tiempo tan especial de la niñez, la infancia.
    A mi, por "contrastes", me da por tratar de olvidarlo más de la cuenta demasiadas veces. Pero te agradezco traigas tus recuerdos para darme la excusa de rebuscar en los míos. Y si escribir te llena..., ¿quién te ha de decir nada? ¡Disfrútalo sin más!

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    1. Vuelve a tu infancia Emilio que, con los padres que tienes, seguro que fue buena. A veces, los recuerdos de la infancia son como imágenes fotográficas. recuerdas algunos momentos que jamás pensarías que iban a ser inolvidables.

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  5. Me tienes que explicar eso de los champis, nunca lo había oído. Es una marca de antaño como la Mirinda? Mira que me acuerdo de ella en los merenderos de la playa y también he oído hablar a mi madre de los "litines" , aunque yo solo me acuerdo de la gaseosa El Siglo.
    Unos dulces y refrescantes recuerdos los que nos traes hoy tan bien hilvanados y tejidos como esa colcha de ganchillo que me hizo mi abuela. No te detengas nunca de escribir como yo no pararé de leerte.

    Besos remembers.

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    1. Con lectores como tu ¿cómo dejar de escribir? Los chambis eran una marca, efectivamente, y en Alicante parece ser que eran los únicos. También recuerdo el litinés, unos polvitos que se echaban en el agua para hacerla más burbujeante. Por si algún día olvidamos nuestros recuerdos, escribámoslos.

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