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Desde el autobús.. |
Mis viajes siempre van precedidos de una leve inquietud, será porque viajo poco y abandonar la zona
de confort, aunque no sea todo lo confortable que quisiera, me produce un ligero desasosiego.
No me gustan las despedidas pero son inevitables. Algunas porque las necesitas, otras porque las creemos necesarias. Demasiadas despedidas esta vez. ¡Me despedí hasta del gato! Y en esos momentos en los que cierro la casa, porque soy la única habitante a las 12 de la mañana, no puedo dejar de mirar a mi rincón, donde está el futuro colocándose y echando un vistazo de reojo, me digo....¿será la última vez?
He hecho todo lo que tenía previsto. Como un ritual, repaso una y otra vez lo imprescindible, lo necesario y "el por si acaso" y lo meto en la maleta, en el bolso, el carpesano. Acto seguido "me entra la neura", ¿lo habré dejado todo en orden en la oficina?, la firma, el correo, los recados y luego, la segunda parte, porque nosotras tenemos segunda parte; la ropa, los cacharros de la cocina, la basura, la comida del gato....y cuando yo misma me doy por satisfecha, recojo las llaves, doy un último repaso a mi refugio, cuatro mimos al gato y me dispongo a salir. A mis espaldas, tras un leve portazo, queda en silencio todo lo que tengo, donde habitan los que más quiero, bueno, todos no, mi mente vuela y recorre el espacio hasta llegar al recuerdo y me digo....tu también...
Soy exhaustiva en la preparación del viaje pero luego, me dejo llevar, pongo mi destino en manos de otro.... Me subo al autobús que me trasladará a una ciudad ligada a la Historia Universal con nombres propios como Miguel de Unamuno, una ciudad destacada por sus construcciones, levantadas con piedra franca, que a la caída del sol, adquiere un color rosado inconfundible de estas piedras castellanas. Aún así, no pierdo de vista las maletas hasta que se cierra el portón del "Avanza", las bolsas de mano, todo bajo control y organizado en el mínimo espacio de una plaza. Doy una mirada al conductor, su aspecto, sus manos, su mirada, le observo hasta que inicia la ruta. También dedico un vistazo a las ventanas, los martillos, los botones de apertura de las puertas, parece que todo funciona...
...A partir de ese momento me evado y dejo que mi mente vuele y ocupe las horas que me separan de mi destino; escribo, duermo, leo, y miro por la ventanilla y contemplo... ¡que ancha es Castilla!
Y como me dejó marcada la pesadilla del autobús de "La Gata sobre el teclado", os traigo lo que podría ser una pesadilla provocada, que también tiene su parte positiva, como casi todo.
¡Buen viaje amigos Calados y Lectores!
Las Gemelas del Sur