Imagen tomada Revista Tráfico y Seguridad Vial nº 214 |
Dos hermosos pinos hay en mi parcela y este año no han aparecido las dos simpáticas ardillas que se encargaban de saquear las piñas repletas de piñones. Así que me he encontrado la alfombra de pinocha salpicada de puntos negros, piñones encerrados en su cáscara y rebozados con una especie de polvillo negruzco. Detalle último que he comprobado al recogerlos uno a uno y acabar con unas manos dignas de un deshollinador.
Contenta como unas pascuas, iba yo con mi cestita de piñones, dispuesta a liberarlos de su encierro. Buenísimos iban a estar con ese tomate frito. Buscaba aliados para esa tarea, pero la respuesta de mi joven pupilo me dejó de piedra: Vaya rollo, los compras en la tienda y ya está.
¿Dónde estaba la cultura del esfuerzo? En algo me tenía que haber equivocado.
No me molesté en seguir con ningún discurso, busqué una piedra con la forma adecuada y a pesar de llevarme la mar de bien con todo el mundo, me puse a partir un piñón, absolutamente a solas, uno tras otro, he de decir.
Golpe tras golpe se iban desgranando mis pensamientos. Quién iba a pensar que era tan dura la cáscara de un piñón, ofrecía una férrea resistencia a fracturarse. Qué proceso permitía germinar al piñón y permitir salir de ella. Un prodigio de la naturaleza.
Golpe tras golpe, la experiencia me hizo calcular la sabia estructura y su punto débil, porque no era nada fácil romperla y se necesitaba un fuerte impacto en el punto preciso. No lo dudéis, comprobado empíricamente por mi dedo pulgar que luce un gran moratón junto a la uña, el mejor medidor de intensidad.
Vuelvo a maravillarme, que sabia la naturaleza que protege de manera tan eficaz, el don más preciado, el potencial de una vida, de otra vida.
No lo dejo pasar, voy a necesitar la ayuda de mi escurridizo muchacho y aprovecharé para meter en esa cabeza tan dura la obligada necesidad de llevar casco en sus salidas moteras. Me parece una buena lección la que nos muestra la naturaleza, porque literalmente no tenemos la cabeza tan dura como para proteger la delicada maravilla que llevamos dentro.
Sentirá las vibraciones de los golpes en su dedo índice y pulgar, notando un hormigueo molesto y me dará pie a indicarle que los golpes en el casco son absorbidos por su estructura de relleno para no transmitirlo a la cabeza ni al cerebro. Aún así, amigo, el cerebro que viaja contigo a tu misma velocidad en una brusca deceleración puede incluso impactar contra las paredes de tu propio cráneo.
La velocidad es el primero de los riesgos, y un riesgo añadido el no llevar el casco.
Tu decides cuanto gas quieres dar a la moto y si quieres seguir llevando bien erguida la cabeza sobre los hombros.
Queridos Calados y Lectores, besos a partir un piñón.
Las Gemelas del Sur.
Nunca un golpe fue tan instructivo y convincente.
ResponderEliminarSaludos.
Así se aprende en la vida..........a base de "golpes"..
ResponderEliminarBuen texto y simpático vídeo Gemelas! Besos calados...
Si Mar, y en este caso que se aplique el cuento, le puede ir la vida en ello.
ResponderEliminarSaludos.
Cierto, Latour, de los errores debemos aprender, pero a veces son verdaderos mazazos que nos destrozan y otros solo un pequeño cachete que nos hace sonreir. De todos modos hay que ser prevenido y protegernos con un buen casco.
ResponderEliminarBesos contundentes.