lunes, 12 de mayo de 2014

LA GATA SOBRE EL TECLADO. Posiblemente no debiera


Dicen los manuales de estilo que nunca hay que empezar un escrito con un adverbio acabado en mente. Posiblemente. Pero como estas líneas son mías y no existe editor que pagara por ellas ni un penique, comienzo mis confesiones con este adverbio. Posiblemente. 
Lo sé y no sólo porque me lo digáis con harta frecuencia. Es más que probable que no debiera comer galletas rellenas de chocolate. Ni dejar que los gatos durmiesen al sol sobre la mesa del comedor. Es también más que probable que no debiera dejar que mi hija disparase al arco en el pasillo. Siento entonces, ubicada en esa boira de cotidianeidad, que algo que estoy haciendo no está bien. Quizás no debiera dejar que los platos me esperen en el fregadero mientras escribo estas breves líneas. Probablemente tampoco debiera dejar que mi hijo tocase la guitarra en su habitación en estas tardes sosas de domingo primaveral. Y, sobre todo, estaría bien que el duende que habita la casa y canta salmos de madrugada, guardara silencio de vez en cuando.  
No debiera haber guardado todas tus cartas, entre otras cosas porque han llenado de bichos plateados mi armario ropero. Y es más que probable que no debiera dejar que Tito, mi gato dorado, duerma a los pies de mi cama, allí donde los sueños se arrugan entre mantas prestadas.
Posiblemente, no debiera leer libros que esperan en la estantería más de treinta años, entre otras cosas porque entre sus páginas amarillas encuentro fotos que despiertan el dulce sueño de mi memoria y aceleran mi pulso. 
Cierto. No debiera pero lo hago. Como galletas rellenas de crema de chocolate. Dejo que mis gatos duerman al sol calinoso de mayo sobre la mesa del comedor. Permito que mi hija dispare con arco en el pasillo. Dejo que Tito duerma cada noche a los pies de mi cama y que mi hijo toque la guitarra en su habitación. He guardado todas tus cartas y a menudo leo libros antiguos y descubro, entre sus páginas, fotos en blanco y negro que me recuerdan que algún día la sangre corrió por mi venas. 
No debiera pero lo hago. Y mientras el duende que habita la casa canta salmos en la cálida y húmeda madrugada, los sueños se quedan dormidos entre las mantas acrílicas.
Es más que probable que haya llegado a esa edad en la que lo que se debe hacer es, sencillamente, lo que te da la gana. 
Vivamos, ahora que aún estamos a tiempo. 

27 comentarios:

  1. Posiblemente, hacer lo que a uno le da la gana sólo está reservado a la edad de oro, por eso es de oro, pero tú eres demasiado joven creo yo ...

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    1. A ver Trimbolera. he cumplido los cin-cuen-ta, pero mi espíritu es muy joven. Trabajo fuera y dentro de casa, cuido de mis hijos, de mis gatos, de mis plantas, y escribi lo que puedo. Pero esos cinco minutos que me quedan al final del día son míos, míos, mi tesoro. No te asustes.

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  2. Posiblemente debieras ir a algún sitio donde te recetaran cosas para ser normal y hacer las cosas como algún dios manda, pero posiblemente ese sitio donde acudieras tampoco sería normal así que posiblemente haces bien en escribir cosas como esas que escribes cuando posiblemente debieras hacer otras cosas.

    Será posible... menudo comentario más indeciso me salió.

    Salud.

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    1. Ja, ja. Me encanta tu comentario. Posiblemente debía callar la boca de vez en cuando y escribir cosas más sensatas. pero en ese caso, posiblemente, me aburriera y dejara de escribir, así en esos cinco o seis minutos diarios durante los cuales puedo hacer lo que quiera, pues hago estas tonterías y me siento bien.

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  3. Pues bien, sí, vivamos ahora que aún estamos a tiempo. Me identifico con tu texto. Todo lo que no debiera hacer o permitir y hago o permito. Pero después me digo como vos, haré lo que quiera aún cuando no deba hacerlo porque que importancia tiene que mi gato duerma al pie de mi cama, que abra las páginas amarillentas de un libro amarillento para encontrar fotografías que me muestren mucho más joven, sanguíneo y esperanzado en tonterías o quijotescas correrías que hoy no me interesarían, qué importa, a quién le importa, quién podría reprochármelo y, si alguien me lo reprochara tampoco me importaría ¿Dónde están las reglas y para qué sirven? Creo que son tan relativas: relativas a la luz y a la penumbra, a las necesidades, los deseos, los obstáculos, las ansiedades y contrariedades, los apuros y los miedos; en definitiva relativas a mi propia vida que se pauta constantemente para no tener que aburrirse del aburrimiento más espeso y aburrido, valga la redundancia, que la amenaza siempre y por todos los costados. Hermoso y muy significativo texto el tuyo, te felicito y te mando un abrazo.

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    1. Bueno Amilcar, sinceramente creo que tu magnífico comentario ha superado con creces a mi texto. Desde el respeto siempre, pero debemos ser libres porque, de lo contrario, no estamos viviendo nuestra propia vida. Voy a releer dos o tres veces tu comentario porque me encanta. Como tus poemas. Gracias.

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  4. Uff me has sobrecogido un poco. Primero gracias por enseñarme lo no comenzar con los ...mente. (nunca te acostarás...) Me ha gustado dejarme llevar por tu pensamiento en voz alta y me ha embarcado. Personalmente no me parece mal lo de hacer lo que nos apetece a cierta edad. Estoy yo también reflexivo estos días, debería hacer como tú y plasmarlo de alguna forma... Lástima lo del maldito tiempo, tic tac, tic, tac....

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    1. Hola Roland. Escribe, escribe lo que quieras, como quieras, aunque sea politicamente incorrecto. Espero ver plasmados en un texto esos sentimientos que te rondan por la cabeza. Un abrazo.

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  5. En cierta forma los años nos van cambiando, Miramos el reloj con otros ojos, ya no nos parecen tan incómodos los silencios, no decimos lo que no pensamos, miramos la vida con más condescendencia, vamos forjando nuestras propias reglas....así que posiblemente tengas mucha razón para actuar como lo haces y posiblemente no tengas que dar explicaciones, así que.....sigue dejando los platos en el fregadero, ellos siempre nos esperan...

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    1. Ja, ja. No hay nada mas fiel que un plato sucio en un fregadero. Tienes razón, Marinela. Al final vivimos conforme a nuestras propias reglas, que no significa que vivamos en anarquía sino que vemos que la vida se escapa y hay que hacerle un sitio a nuestros sueños. Los platos... que esperen, las lavadoras, también.

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  6. Posiblemente estemos en la edad más bonita de la vida y, felizmente, hacemos lo que provoca.

    Abrazos.

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    1. Hola Rafael. Posiblemente ahora apreciamos más la vida, no somos tan exigentes, la conocemos,. hemos aprendido a esquivar sus golpes y necesitamos nuestro cotidiano espacio de libertad. Por cierto, tu nieta está hecha una muñeca.

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  7. Coincido y suscribo tus palabras punto por punto Amparo y no posiblemente; ¡seguramente!

    Un abrazo Calados!

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    1. Gracias josef. La verdad es que lo he escrito un poco a vuelapluma, podía haber profundizado más, pero creo que está claro lo que quiero decir. Nuestra casa, nuestra vida, nuestro espacio de libertad.

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  8. El duende que habita la casa.... qué bonito.
    El duende te habita a ti, creo yo, y posiblemente sea el responsable de esa especie de "me importa un bledo" que describes. Cómo no refugiarse de vez en cuando en esa laxitud? Tantas normas, tanto de "cada cosa en su sitio", "hay un momento para cada cosa", "lo primero es lo primero".... qué aburrimiento, qué tensión permanente, cuánto desperdicio de tiempo, de libertad, de creatividad o de espacio para la contemplación. Cuánto por vivir.... así, a otra velocidad, con el duende al hombro...
    Aún siendo conscientes y responsables, sobre todo cuando otros aún dependen de que todo esté previsto y organizado, no hay excusa para no alzarse un poco del suelo y dejarse llevar...
    Me ha gustado mucho Amparo. Ah! Y yo también como galletas rellenas de de chocolate.
    Un abrazo.

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    1. Gracias Nepalí. A veces siento que soy como un robot. No sólo tengo que traer dinero a casa sino que, en casa, todo debe estar controlado: almuerzos, uniformes, comidas, la comida de mis queridos gatos, las cosas en su sitio, más o menos, y ves que la vida pasa rápido y que tus sueños se quedan ahí, durmiendo el sueño eterno entre tus mantas, y te gustaría mandarlo todo a hacer puñetas y decir unas cuantas verdades y quizás unas cuantas mentiras. Pero ya ves, te dejo porque tengo que hacer la cena. Se acabó el tiempo de libertad condicional.

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  9. Siempre he soñado con una vida con multitud de momentos como los que describes, flexibilizar las normas como me dé la gana. Una vida bohemia, fuera de las rutinas y convencionalismos, con momentos libres de creatividad absoluta. Privilegio que solo disfrutan o han disfrutado algunos afortunados u otros que han sido capaces a renunciar a casi todo menos a su arte.
    A estas alturas me conformo, como bien dices, a pequeños momentos de libertad, pequeñas burbujas donde me escondo, no sin remordimientos.
    Admiro tu inspiración arrancada a esos momentos cotidianos, directos, entrañables, vivos y compartidos.

    Besos inspiradores.

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    1. Un poco de bohemia si que tengo, pero como tu dices, la vida está llena de obligaciones, horarios, imposiciones, normas, algunas de ellas estúpidas. Hace unos días me encontré con una vecina y me dijo: seguro que tu mimas a tus gatos, y yo le contesté "pues si", a lo que ella dijo inmediatamente "pues muy mal". Yo no me atreví a decir: muy mal por qué? ¿hago daño a alguien? ¿perjudico a los mininos? Hay gente empeñada en imponer sus normas en nuestras casas, y por ahí si que no paso. Nos quedamos, gemelas, con esos espacios de libertad en los que somos, por fin, nosotros mismos.

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  10. La rebeldía es de lo poco que no debemos dejar morir nunca. Aunque se conforme con dar, de vez en cuando, un tímido puñetazo en la mesa. Eso sí, sin que tiremos los cubiertos, que luego tendremos que recogerlos...

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    1. Pues sí. Está claro que somos esclavos de un sistema que rutiniza nuestras vidas hasta el infinito y más allá, pero cuando podemos debemos recordar que nacemos y morimos solos, así que hay que dar ese tímido puñetazo de vez en cuando.

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  11. Primero hay que conocer bien las normas y por qué están ahí. Entonces podemos elegir saltárnoslas.

    Un abrazo!

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    1. Ehse, en primer lugar decirte que considero un privilegio que me leas, y luego pues ahondar en lo que ya he comentado anteriormente. Sin espacios de libertad somos esclavos, y quien esto te dice tiene, ahora mismo, una lavadora por tender, otra por planchar, la compra, la casa, el trabajo de fuera de casa... y llega un momento que te ahogas y piensas que el tiempo es realmente un tesoro que estás malgastando.

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  12. Estupendo relato, buena reflexión. Vivamos y punto.
    Un placer leerte, Amparo.
    Besos calados!

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    1. Vivamos, que el tiempo es oro y, sobre todo, vivamos como queramos sin hacer daño a nadie. Gracias Latour.

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  13. Hay tantas cosas que "no" debiéramos hacer... lo que nos induce a hacerlas, jajja.
    Salu2 debi2.

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    1. Pues si. ir contra las normas estúpidas - y mira que hay- siempre tiene su atractivo. Gracias por tu comentario.

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  14. No lo había leído, pero me parece muy sentimental y romantico, y por supuesto cada una hace las cosas cuando puede la dejan.

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