lunes, 14 de abril de 2014

LA GATA SOBRE EL TECLADO.La leona y la gata de Cleopatra.



Qué vicio esto de escribir. Ronronear, comer, dormir a pata suelta, amasar,  jugar y escribir. A veces, cuando mi ama nos ve dormitando en el sol que da sobre los muebles del comedor, nos dice: "Quién fuera gato". Y yo pienso que quien fuera humano para tener una maquinita de esas a la que ellos le hablan, y unas botas de agua para cuando el suelo está mojado, que a mi no me gusta la lluvia, pero nada, nada. 
Hablando de lluvias y aguaceros, os puedo decir que en ese pequeño pueblo al que vamos en verano, nunca llueve, nunca. Pero cuando llueve parece que las nubes algodonosas exploten como globos de agua. El cielo se pone negro, hace ruidos extraños y lanza flechas de luz contra el suelo. Es entonces cuando la gente de la casa corre entusiasmada de una puerta a otra para ver como baja el agua por las calles. Mientras, yo me meto en la primera habitación que veo abierta y me tumbo a dormir sobre la cama. Se que las tormentas duran poco tiempo y luego siempre sale el sol, un sol de luz anaranjada que hace que todo brille. 
Pues uno de esos días de lluvia de hace dos veranos, vino a refugiarse a casa un gato-.gata de color naranja. Y digo gato-gata porque nadie tenía muy claro lo que era, ni Tito que para eso es un lince. Pasó por delante de nosotros en dirección a la cocina."Otra que viene a robarnos la comida -pensé-, pero como Tito no movía ficha, yo tampoco. Era enorme, me pasaba un palmo. Tenía una cara fiera, como de leona, y muy malas pulgas. Y es que vivir en la calle te hace desconfiada y feroz. Cuando te van a acariciar piensas que te van a pegar, y tiras zarpazo o a morder, aunque luego ni arañas ni muerdes. Así que, por su aspecto, mi ama le llamó la leona. Caminaba como una diosa, comía con nosotros y dormía en el destartalado sofá del siglo XIX, tapada con una sabanita bordada. 
Siguió viniendo día tras día. Era alta, ágil, soberbia y, como ya he dicho, un poco grandota... o grandote, porque a aquellas alturas del verano nadie sabía qué era. Mi ama, en un alarde de valor la muy cochina, le levantaba el rabo y decía: "A ver si eres machito o hembra", pero ella siempre se zafaba con un gruñido que quitaba las ganas de manosearla a cualquiera. 
Tal era su porte majestuoso, que un día alguien dijo: mírala, ni que fuera la gata de Cleopatra. Yo, por aquel entonces, era una gata poco culturizada y ni sabía quien era Cleopatra ni quien era su gata, pero mi ama, que dedica más tiempo a los libros que a la casa -hoy es una excepción y por eso aprovecho para escribir-, nos contó algunas cosas. 
Parece ser que hay un país que se llama Egipto y a los que vivían allí hace muchísimos años les gustaban mucho los gatos. En ese  lejano lugar lleno de arena vivía una reina - dicen que muy guapa y por lo que pude escuchar también un poco zorrilla-, que tenía dos pasiones: los gatos y los emperadores romanos. Su gata se llamaba Charmaine y vivía como una reina en el palacio de su ama, una mujer que aprendió a pintarse los ojos imitando el pelaje de los felinos. 
Según contaba mi ama, lo que tuvo que ver aquella gata egipcia. Parece ser que Cleopatra se casó con su hermano -no pongáis esa cara que entonces estaba bien visto-, y luego con Julio cesar - que era un emperador romano, y más tarde, cuando éste acabó sus siete vidas, se lió con otro romano,  -Marco Antonio, y tuvo tres hijos con él. 
Bueno, pues la leona, por su aspecto, bien hubiera podido ser aquella gata real que se deslizaba sobre los mármoles del palacio de su ama, pero lo cierto es que no pasaba de ser una gata vagabunda que acabó compartiendo con Tito y conmigo, nuestras interminables siestas de verano.
No la he vuelto a ver. Dicen que el invierno en el pueblo es muy duro, que el aire corta la piel y que a veces caen del cielo cubitos de hielo. Puede ser que sus vidas se gastaran por hambre o por frío. Pero puede ser también que alguien la recogiera de la calle pensando que era Charmaine, la gata soberana de la reina Cleopatra.

Nota de la autora: la foto pertenece a una de las estatuas del palacio de Cleopatra, en Egipto, sumergido en el agua del mar. 

10 comentarios:

  1. Interesante la cultura gatuna. No sabía lo de Cleopatra. Sí lo de lo zorrona que era, no lo de su gata Charmaine. Y estoy con tu ama: quién fuera gato...

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    1. Emilio, te contesto yo porque la Peque, autora del texto, está durmiendo la siesta. Hay que ver la de personajes famosos que tuvieron gatos. la Peque dice que quisiera ser humana para tener botas de agua. No sé yo si le compensaría.

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  2. ¡Menuda vidorra llevan los gatos!
    Salu2 gatunos.

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    1. Desde luego los míos sí y ya ves si sabe la gata, y eso que la recogí de la calle con sólo dos meses y tras sufrir una salvaje agresión. Quién fuera gato.

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  3. Encantador blog el tuyo, un placer haberme pasado por tu espacio.

    Saludos.

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    1. Gracias Antonio. Ya sabes, pásate cuando quieras.

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  4. Querida gata, es una suerte tener una reina de la casa tan benevolente y acogedora, porque arriesgarse a tener en casa una especie de Garfield, ya es valor. De todos modos y a pesar de vuestra independencia gatuna, me consta que vosotros también la cuidáis.
    Hay que ver el lindo gatito que se gastaba Cleopatra en su palacio, no creo que lo dejara entrar en casa.

    Besos.

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    1. Mi gata duerme así que te contesto yo. ¿Que si me cuidan? más que muchas personas. Estoy encantada con esta gata que me ha salido escritora. Mucha competencia tengo ya. Mi hija escribe, mi gata escribe... Aquí no hay quien viva!!!

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  5. Una historia sencillamente bonita, gata. Espero que tu ama, sepa lo que vales y te deje escribir más.
    "Simba" te envía recuerdos.(mi gato)

    Besos

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    1. Marinela, te contesto yo porque ella está ahora muy ocupada con su nueva camada de tres gatitos, uno de ellos es una panterita. Le daré recuerdos de tu Simba, que seguro es precioso.

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