lunes, 17 de marzo de 2014

LA GATA SOBRE EL TECLADO. Una casa junto al mar.


Situada a escasos metros del mar, la casa está abandonada, varada en la arena como un barco derrotado por el oleaje. Paseando por la playa en un atardecer cálido y oscuro que presagia tormenta, me he topado con ella. Y me llama la atención esa lozana mata de Don Pedros de flor blanca que crece en una grieta de la escalera, sobreviviendo a duras penas, engalanando un espacio por el que ya nadie pasa y que, sin duda, conoció tiempos más felices.
Los lectores que siguen mis relatos y comentarios, deben haberse dado cuenta ya de mi enfermiza obsesión por las cosas abandonadas, por todo aquello que resiste el paso del tiempo sin el soporte del amor, dejado de la mirada de Dios, desafiando el olvido y el desprecio, no queriendo admitir que ya no son nada para nadie, sólo un estorbo en el camino, que languidece y se deteriora con los golpes del tiempo. 
Herida de muerte, el silencio y los insectos deben llenar las estancias vacías de la casa, Acunada por el rumor incesante del mar, espera el estoque definitivo, el tiro de gracia. Pero a última hora, la suerte le ha sonreído levemente. El cambio de la Ley de Costas le ha dado un soplo de aire a su inútil  afán de supervivencia, y lo que en un principio era sólo una promesa de cinco años de vida, hoy, afortunadamente, se han convertido en cincuenta. 
Pero hasta que la sentencia se cumpla - que yo ya no veré por razones obvias-, esas pequeñas flores seguirán alegrando el camino del caminante, haciéndonos ver que se puede crecer en la más absoluta adversidad, sobre el más trágico abandono.
Porque en esta tarde de febrero cálida y oscura, pienso que la esperanza puede brotar en cualquier instante, en cualquier lugar, entre los escalones de un porche abandonado, o entre los días amargos y desencantados de una crisis despiadada que, digan lo que digan, no nos merecemos. 

14 comentarios:

  1. Poder vivir al ladito del mar, el sueño de todo amante del agua. Si por mi fuera, destruiría todas las casas a un kilómetro del mar, por lo menos, jajaja, para que todos disfrutáramos de costas vírgenes.
    Salu2.

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    1. Si vieras esa fila de casas junto al mar, de los años 30, te enamorarías.

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  2. Has conseguido que vea esa casa abandonada al lado del mar. Y aún viéndola como describes, es una casa con encanto, aunque solo sea por estar "varada" al lado del mar.

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    1. Todas esas casas son preciosas, están construidas en los años 30, son naif, la arena llega hasta ellas. Un pequeño sueño.

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  3. Me gustan los sitios deshabitados y lo que queda de ellos, esto es, sus ruinas. Me gusta pasear por ellos en soledad e imaginar como serían la personas que los habitaban, como sería su vida, sus costumbres... Creo o me gusta creer que una casa abandonad junto al mar, debe guardar más de un secreto entre sus paredes

    Bss.

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    1. Y yo me pregunto cómo una casa junto al mar puede ser abandonada, qué sucesión de carencias o tragedias ha obligado a ello
      . Mi debilidad son también las cosas abandonadas.

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  4. La naturaleza pugna siempre por sobrevivir, y nosotros formamos parte de ella. Me quedo con ese destello de esperanza en esta sociedad nuestra que por momentos también parece desahuciada.

    Besos

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    1. Todos intentamos sobrevivir en esta crísis que, como digo, no nos merecemos. Y sacando fuerza de donde apenas queda, seguimos creciendo como esa mata de Don Pedros a la que ya nadie cuida.

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  5. Ya tardas en decirme dónde es...
    El encanto de las cosas que mantienen su esencia pero se llenan de fantasmas..., lo comparto como sabes bien.

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    1. Podrías hacer fotos hasta hartarte. Es la playa de Nules, anclada en el tiempo, en el pasado.

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  6. Quizás ese abandono por parte de sus moradores humanos que no por la naturaleza, haya sido un paréntesis gracias a la ley de costas que le ha salvado de convertirse en una hilera de torres de apartamentos. Ahora con la crisis y poca inversión, tendrá una oportunidad de que le devuelvan su belleza, una esperanza de volver a albergar risas, juegos y el devenir de algunos dueños.
    Más miedo me da nuestro propio abandono, por el motivo que fuere, esa derrota sin batalla en un terreno al que creemos baldío, donde nos han pisoteado todas las florecillas y fumigado los insectos.

    Besotes.

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    1. Esa derrota sin batalla, qué bien lo describes, ese "ya me da lo mismo" o "ya no puedo más". El abandono, en fin, de nuestros propios sueños.

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  7. De buena gana me colaría yo en esa casa junto al mar...

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    1. Pues no creo que pasase nada. Yo me quedé un rato sentada en las escaleras del porche. Una delicia.

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