martes, 21 de mayo de 2013

LA GATA SOBRE EL TECLADO. Monstruos de la noche.


La primavera estaba haciendo de nuevo de las suyas. Enloquecida por completo, igual llovía que salia el sol, que movía un aire huracanado. Aquella tarde de viernes había sobrevenido una tormenta repentina y me había calado hasta los huesos. Cuando llegué a casa me cambié de arriba a abajo y me tiré sobre el sofá como si acabaran de clavarme un cuchillo en la espalda. 
Después de una semana que había resultado ser agotadora, merecía tener una noche de viernes tranquila y feliz,  o al menos, tranquila. 
Cené con mis hijos, vi un rato la televisión y me fui a dormir. Dejé la ventana entreabierta para que entrara por ella el aire perfumado de mayo. Unos segundos después sentí que alguien saltaba sobre mi cama, como todas las noches, y se acercaba a olisquearme la cara.
- Déjame Tito.
El gato se alejó pateándome todo el cuerpo y buscó cobijo en la curva de mis piernas. En la oscuridad noté como se enroscaba y se disponía a dormir. Yo también.
En la calle, una pandilla de canis alborotaba el silencio, Las sábanas estaban frescas y yo las acaricié con mis pies juanetones y cansados. Me complací pensando que el sábado no tenía que madrugar, así que puse la alarma del móvil a las nueve y media, que tampoco era cuestión de perder una mañana que presentía soleada. 
Y fue entonces, en ese preciso momento de justo y merecido descanso, cuando pude escucharle. No, por Dios - pensé aterrorizada- y di manotazos en el aire para quitármelo de encima. Aquel monstruo de la naturaleza, criatura vampírica surgida de las profundidades de las cloacas, no iba a jo... fastidiarme la noche. Encendí la luz precipitadamente. No vi nada. En ocasiones, la maldad es invisible o quizás se mimetiza con el caótico entorno. 
Mientras tanto, mi gato, Tito, me miraba espantado como diciendo: ¿Qué coño te pasa ¿Por qué no dormimos?
Apagué la luz de nuevo. Un rayo de luna entraba por la ventana entreabierta creando una penumbra inquietante. No iba a permitir que aquel engendro volviera a abalanzarse sobre mí para chuparme la sangre. Mi sangre es mía -pensé muerta de sueño-, quizás poco edulcorada, posiblemente colestérica, pero mía al fin y al cabo. Y no pensaba compartirla con ningún bicho raro, nacido probablemente de un despiste del Creador. 
Pero allí estaba otra vez, atacando con furia, sediento, anhelante de sangre fresca. Como no tenía otra opción, cogí la manta y salí al comedor para dormir en el sofá. Aquella no estaba siendo la noche feliz y tranquila que yo deseaba. Miré la hora. Eran ya las dos y media y todavía no había conseguido pegar ojo. Tito salió de la habitación y saltó al sofá buscando de nuevo el calor de mi compañía. 
Los párpados me pesaban, todo el cuerpo me pesaba. Cerré los ojos, agotada, pero aquel monstruo hambriento no conocía la saciedad. Esta vez se lanzó contra mi rostro, única parte de mi cuerpo que estaba descubierta. No pude hacer nada para frenar su embestida. 
Desesperada, volví de nuevo a la habitación y cerré la puerta tras de mí. Después, cerré la ventana. Ninguna criatura de la oscuridad iba a seguir perturbando mi sueño. Me tapé hasta las orejas, y al fin, me dormí. 
Es cierto que me encantan los animales, pero se que mi conciencia no se inmutará cuando pueda por fin matar a ese maldito mosquito, o a uno de su familia.

10 comentarios:

  1. Mira que es desagradable oir ese zumbidito alrededor de uno... Ciertamente, de todos los "monstruos" domésticos o silvestres, este es uno que a mí también me aterra, y que saca todos mis demonios contra natura: matarlo es algo imperioso, casi enfermizo.
    Simpático y muy bien escrito tu relato. Un saludo Amparo!

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  2. gracias, ha sido una entretenida lectura
    saludos

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  3. Ajajá!!! Yo si pude pillarle , lo ví pegado a la pared, fue al levantarme por la mañana, supongo que estaba aletargado haciendo una pesada digestión, porque cuando lo aplasté, un manchurrón de mi propia sangre pintó una pincelada roja que me costó quitar, pero me vengué.

    Besitos

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  4. Hay que elevar los crucifijos y acabar con los vampiros! Y a falta de crucifijos, la zapatilla!!No hay que tener misericordia!

    compartimos tu venganza...

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  5. Emilio. Gracias por tu comentario porque siempre me arranca una sonrisa. Es cierto que resulta un placer matar un mosquito, sobre todo cuando ya te ha picado tres o cuatro veces el muy...

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  6. Gracias Omar. Me alegra haberte entretenido con mi relato. Cuando piensas que los días no pueden ser peores, llega el mosquito de turno.

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  7. Mar, sí, es asqueroso ver que cuando consigues matorlos, llevan la panza bien llenita de sangre. Es que los muy cabrones encima te ensucian la pared.

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  8. Gemelas. Es cierto que con ellos no hay que tener misericordia. Cuántas hoias de sueño perdidas por un puñetero mosquito, vampirito diminuto al fin y al cabo.

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  9. Yo ya sé que mal de muchos consuelo de gilip.. pero qué quieres? Esa mala uva que te dejan estas batallas nocturnas, tan desquiciantes, me consuela saber que son experiencias que comparto con el resto de los mortales... Después de muchas noches de estas me he vuelto así de miserable, ja, ja..
    Me ha gustado mucho. Siempre sacando punta de lo cotidiano.
    Un saludo Amparo.

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  10. Jajaja conforme iba leyendo tu relato iba intuyendo el final, y es que a mi me sucede otro tanto en las noches de verano con los fastidiosos mosquitos. Además, se ceban conmigo, oye!


    Bss.

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